martes, 23 de febrero de 2016

OASIS (10)

OASIS (10)

No podemos ser felices si triunfamos sobre las tristezas de otros.

¡Qué inteligentes somos para abusar del más débil, para ser oportunistas, si les vemos cruzados en medio de dos bandos que pretenden acabar con él!

Así vi a muchos toros en el ruedo, el caballo enseñado a perseguir y acosar, el torero que se creía grande con su traje de luces, pero desnudo es un langaruto más, con su espada pequeña, y su valentía para correr, en caso de que el toro descubra sus artimañas.

He visto a una anciana abusada, ¡qué buenos comerciantes!, ¡cómo hacen dinero aprovechándose de otros!, compran y venden cosas robadas y se creen muy inteligentes; piensan que nadie ve sus hazañas, se creen hienas ante un león herido, y así rompen sus huesos y quiebran sus esperanzas.

Resulta que lo robado se pierde, que otro ladrón más vivo sacaba y sacaba, y construía sobre el dolor ajeno, y así una gran cadena. ¿Cuándo terminaremos con todo?, y ese árbol seguía produciendo frutos y frutos, hojas y hojas, a pesar de tanta iniquidad y corrupción.

No te fíes de ese que abre temprano, y menos de quien revisa la basura ajena para hacer caer en pecado a un inocente. ¿Conocemos su interior?

Cierta vez, escuché que Dios ajustaba todo en el camino, y quien estaba en el camino, dentro de una pequeña casita de madera adornada de muchas flores, era un potrillo de ojos café bien amado y consentido; pero mi Señor ajustó su vida, no era para éste huerto, él era entre todos, más limpio y feliz. Aquí nadie dañaría su obra, por tal razón, el torpe creyó que fue el mismo Dios quien limpió su camino.

Vi cuando la potranca coceó con su pata, y sus miradas delataban algo turbio, ¿por qué?, pero me quedé callada, porque a veces por querer ayudar, se nos clavan en el corazón más espadas.

¿Qué hago?, ¿les diré que dos panteras negras están desocupando un oasis pleno en ricuras? ¡No me creerán!, dirán que tengo envidia de sus logros, y estando en esto, avisé.

 ¡Están advertidos!, todo se irá por entre ese canal que forman nuestros dedos, todo escurrirá, así los bosques guarden musgos verdes, el oro será hurtado y a nadie importará que esas lágrimas de la madre tierra, sean la verdadera riqueza que necesita el mundo para sobrevivir.

Pero el Oasis siempre estará ahí, y un gran árbol enseñará sus frutos; de ellos comeré luego, un poco tarde, pero será devuelto todo el dolor que tornará en alegrías.

 Así me lo dijo el viento en un sueño, y el viento jamás miente.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 23/16






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