sábado, 19 de julio de 2014

LA BELLEZA (Cuento)

Imagen: Internet


LA BELLEZA (Cuento)

En un camino viejo, de una casita vieja y de un pueblo viejo, cerca de una vid que había dado muchos frutos, se encontraban tres amigos charlando de la vida.

El uno se llamaba tortuga, de muchos años de edad, un caparazón fuerte, pero despaciosa y débil de quien muchos se reían, pero ella callaba y escondía su cabeza y sus pies dentro de su casa, pegada de su propia piel.

El segundo era una guacamaya de muchos colores, ruidosa, escandalosa, pero de muy cuidado y elegante traje de varios colores, parecía la bandera de Colombia ondeando en el bosque.

El tercero era un mirlo, ¿qué gracia tiene un mirlo?, por fuera parece un pedazo de roca puesta por ahí, mimetizado como ellas en medio del bosque, estaba feliz, nada podía apocarle en su día, un 20 de julio, donde había cruzado por muchos valles y se había dado cuenta que la vida era solo un cantar, y la muerte silenciaba el canto, para dejarlo brillar en la oscuridad.

-¡Qué fea eres tortuga! –le dice la guacamaya

¿Por qué siempre te arrastras?, tienes fea cara, y esa concha pesada por donde todos se pueden parar y pisotearte, la verdad me río de ti cuando se me dé la gana.

Tortuga no respondió nada, se quedó en silencio para continuar su larga caminata y esconderse bajo las ramas secas del bosque. Allí se quedó con los ojos cerrados escuchando las risotadas de la guacamaya, muy tranquila, sin inmutarse siquiera.

- ¡jajajaja!, ¡qué idiota eres tortuga!, sucia y horrible, ¡ya no quiero ser tu amiga!, ¿qué tal que mis amistades  se aparten por andar  con semejante escaparate andante?, es más, pareces un adefesio mal hecho. ¡No me vuelvas a dirigir la palabra, porque te dejaré con ella en la boca!

Muy cerca de ahí, el mirlo prestaba atención pero seguía cantando, desde el amanecer lo escuché, me despertó muy temprano hoy, y ayer, se había ido el ocaso y él todavía cantaba.

¿A qué hora comerá?,  su trino me anima al despertar, y me quedo viendo desde la ventana para saber en dónde está, pero sólo una vez lo vi, hasta le hablé y se acercó a mí, ¿es un milagro?, le dije a mi hermana, y ella sonreía con dulzura, -no lo sé, pero te reconoció, tu voz fue escuchada por él, ¿quién será realmente el mirlo?

- Mmmm…no lo sé, y continué viendo la escena de los tres amigos.

Después que terminó con la tortuga, la guacamaya estiró sus alas y se veía en el espejo de un lago: ¡soy la más linda del bosque!, el resto, son estorbos, cosas que andan por ahí, gusanos, moscas, abejas, serpientes, todas horribles y peligrosas, en cambio yo, no le hago daño a nadie, adorno los árboles para que los idiotas que pasan por ahí crean que son inmensas flores, y lleno de ruido las montañas, para que la brisa no sea sentida ni el sinsonte maluco sea escuchado.

-El sinsonte sí había escuchado, se había dado cuenta de todo, pero seguía trinando sin hacer caso a la ruidosa  y pedante guacamaya.

-¿Qué caso le haré?, es verdad, no tengo su belleza, no sé para ella qué será belleza, le habló al fin el sinsonte a la tortuga.

-La belleza, dice la tortuga, es lo que tú haces, ¿no te das cuenta sinsonte, que entre miles de aves, eres tú la más hermosa del bosque?

-¿Hermosa yo? –repitió el sinsonte sin parar de trinar-

-Sí, hermosa tú, porque brillas con lo que haces sin pensar que eres mejor que otros, porque regalas desde el amanecer tus trinos al mundo, sin pedir más que un bocado en el camino, porque te alegras cuando cae la lluvia y aun así más cantas, y porque cuando muere un sinsonte, es como si a la orquesta le faltara el director, y al cielo la más brillante estrella.

-¡Qué raro!, no sabía que era bella, nunca imaginé que alguien me lo dijera así, como lo has hecho  tortuga, sin celos ni afanes de protagonismo, pues para mí, lo más bello es abrir los ojos y ver el sol, a quien declamo cada día una oración, y me arrodillo ante mi amor, para que llene de grises alas el bosque y no muera el cantor.

-La tortuga restregó sus ojos sobre la grama.

¿Por qué lloras tortuga?, ¿te dije algo malo? –Dice el sinsonte-

-No, sólo que estoy feliz con que seas mi amigo, sólo eso. Eres como un pequeño diamante en mis ojos, y tu cantar es quien los hace brillar.

-El sinsonte se alejó, la guacamaya siguió viéndose al espejo, y la tortuga se ocultó bajo las ramas, la noche se acercaba, había que esperar un nuevo día, otros ruidos y otros cantares traía la noche oscura.

La luna brilló, y un lobo aulló a lo lejos, recibiendo respuesta desde  una cañada en donde el búho vigilante esperaba su alimento.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 19/14




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