viernes, 20 de septiembre de 2013

ÁNGELES VERDES [56]

ÁNGELES VERDES [56]

¡Son tan indefensos!, pero aquí pareciera que a nadie importan, las acosan, construyen cada vez más mundos de cemento y ellas no tienen más opción que llegar a la ciudad, buscar cualquier rincón, hasta un sifón de alcantarilla para esconderse, salir de vez en cuando a tomar el sol, no reaccionan al instante por el tema de sangre fría o caliente, pasan los vehículos por encima, les abren las barrigas  para tomar sus semillas, y así las dejan hasta que mueren.

Es una vergüenza que todavía pase gente con tiras de sus huevos vendiéndolos como pan por las calles, y que haya compradores, sabiendo de dónde provienen y la manera como los sacan.

Con una cuchilla abren sus vientres, como si no sintieran dolor, y les hurtan los huevos, ante sus despavoridos ojos, y así las sueltan para que mueran, sin amor, aterradas de ese ser que en vez de ayudarlas y protegerlas, les quita el don de la vida, y roba a sus hijos para convertirlos en excremento.

He visto mucha injusticia, el pueblo clama, mientras cada día atropella más a nuestros ángeles.

Ojo a la factura, a esa le tengo miedo, una persona que maltrata a un ser indefenso, ¿qué clase de ser humano es?

Algunas veces he tenido que meterme entre las rocas y sus vidas, es doloroso pero real, para esto sí leyes severas, ya que muchos lo hacen como burla pues tienen sed de sangre.

Un vehículo nos adelantó cierto día, porque mi hermano frenó para no matar a una de ellas que corría desesperada, y quien venía detrás de nosotros aceleró, con el propósito de matarla y lo hizo, la dejó herida en el camino, sangrante, mientras nos hacía pistola con las manos y reía a carcajadas.

Cada rato encuentro una, ya quedan pocas por aquí, la mansa que recibía bocados de fruta pero se enojaban porque daba comida, ¡en mi jardín no!, y el pobre debía cruzar la carretera para acercarse a mi jardín,  un macho gigante y hermoso, también lo atropelló un vehículo, corría de casa en casa buscando refugio y como si fuera un asesino, todas las puertas se cerraron, hasta las del corazón.

Cierto día, frente a mi casa, cerca de donde vivo, una mujer adulta, hombres y niños armados de rocas y palos, atacando a un dinosaurio de 30 centímetros, y él herido y atormentado no sabía a donde ir, lo hice espontáneamente, los regañé por lo que hacían, sin importar sus insultos y la tomé, se dejó como un cordero, y la subí a un árbol, después la vi con los ojos viendo al cielo, ante la impotencia y rabia que da, al advertir que el hombre va perdiendo la razón de ser humano, para convertirse en una bestia malvada.
No hay temor de Dios, la gente anda ocupada en tanta vanidad del mundo, han olvidado que no estamos solos, nuestros ángeles nos acompañan, y también éste mundo es de ellos, mientras el instante de la lluvia,  el momento del arco iris...

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, septiembre 20/13


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