domingo, 30 de junio de 2013

CLAMORES/A Gilma Jiménez (5)

Gilma Jiménez. Senadora Colombiana, quien buscó condenas justas para los abusadores de niños.
Junio 19/13 Q.E.P.D. 


CLAMORES /A Gilma Jiménez [5]

Me he dado cuenta que te extraño,
me hace falta la carcajada de ayer
pero busco entre el pastizal, algo perdido,
y entre la bruma del tiempo, una razón.

¡Raro  me parece todo!, imagino que  estoy viva,
resucité de una pequeña muerte en una inmensa cama
donde otra vez la vieja soledad me acompaña,
para despertar con los rayos del sol sobre mi almohada.

¡Qué bello descubrir un nuevo día!
Escuchar a los prisioneros de ayer,
colgados de una rama
en esa pequeña jaula de madera…

¿Será que lloran?... ¡no!… ¡tal vez ríen de contento!
¿Será que claman al cielo con una oración cantada?
No lo creo, las aves no sueñan, ni piensan como yo;
mejor no digo nada y escucho sus trinos,
los dejo ser una y otra vez,
pueda ser que sea yo, más prisionera que ellos,
y busco mi café caliente una vez más,
para iniciar mi día repetido.

Oro puro se derrite sobre mi gran ventana…
Todo es dorado hoy,
todo viene en ocres y amarillos,
se desnuda mi pequeño  árbol
para dejar sus ramas al descubierto
pero nadie las detalla,
nadie las toca, ni un gorrión aparece,
¡y eso que ayer hubo lluvia intensa!,
y estoy segura /no tengo dudas,
que el mismo arco iris que vi con mi madre
cruzando el Magdalena,
asomó para que lo viera de nuevo,
pero con ella sentada en su arco.

Más por andar descuidada como siempre,
viendo hacia otro lado,
se esfumó una vez más,
mientras dormía.

Debo orar por alguien hoy,
 pero se me antoja orar por mí primero…

Pido por la mujer que está en el cielo,
y que se fue como un sinsonte cantor,
cuando ya era grande la jaula,
y alguien entró para que ella pudiera volar.
Más fue dolor su viaje,
un quebranto que continúa,
un duelo que no acaba.

Con ella marchó
el toche de plumas amarillas,
y corazón de fuego.

Pido a ese Jefe atento en cada pluma al viento,
a ese Señor desnudo en mis ojos, cada día,
al  matinal asombro ante su obra inmensa, llena de fantasías
para que la paz retorne,
y el amor asome pintando sonrisas en el rostro.

Que aparezca una mujer
que defienda a los niños abusados,
que su obra tenga eco en los indolentes corazones,
y al paso fúnebre del caballo,
que la lleva a su última morada,
sus ojos hayan dejado un legado de hombres,
que continúen su obra.

Gilma Jiménez quedará retratada
en los corazones de muchas madres
que perdieron a sus hijos,
que un cruel asesino cortó sus alas,
para dejarlas vencidas
sobre cualquier charco del camino.

Pero ahora que el destino de su árbol
dejó al descubierto
que nada nos pertenece,
y que sus lindos ojos,
cual lámparas encendidas
serían para el cielo;
muchos vendrán a continuar su obra,
y las leyes justas,
 serán como un bordado de luceros en el cielo.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 29/13

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