Junio 19/13 Q.E.P.D.
CLAMORES
/A Gilma Jiménez [5]
Me
he dado cuenta que te extraño,
me
hace falta la carcajada de ayer
pero
busco entre el pastizal, algo perdido,
y
entre la bruma del tiempo, una razón.
¡Raro me parece todo!, imagino que estoy viva,
resucité
de una pequeña muerte en una inmensa cama
donde
otra vez la vieja soledad me acompaña,
para
despertar con los rayos del sol sobre mi almohada.
¡Qué
bello descubrir un nuevo día!
Escuchar
a los prisioneros de ayer,
colgados
de una rama
en
esa pequeña jaula de madera…
¿Será
que lloran?... ¡no!… ¡tal vez ríen de contento!
¿Será
que claman al cielo con una oración cantada?
No
lo creo, las aves no sueñan, ni piensan como yo;
mejor
no digo nada y escucho sus trinos,
los
dejo ser una y otra vez,
pueda
ser que sea yo, más prisionera que ellos,
y
busco mi café caliente una vez más,
para
iniciar mi día repetido.
Oro
puro se derrite sobre mi gran ventana…
Todo
es dorado hoy,
todo
viene en ocres y amarillos,
se
desnuda mi pequeño árbol
para
dejar sus ramas al descubierto
pero
nadie las detalla,
nadie
las toca, ni un gorrión aparece,
¡y
eso que ayer hubo lluvia intensa!,
y
estoy segura /no tengo dudas,
que
el mismo arco iris que vi con mi madre
cruzando
el Magdalena,
asomó
para que lo viera de nuevo,
pero
con ella sentada en su arco.
Más
por andar descuidada como siempre,
viendo
hacia otro lado,
se
esfumó una vez más,
mientras
dormía.
Debo
orar por alguien hoy,
pero se me antoja orar por mí primero…
Pido
por la mujer que está en el cielo,
y
que se fue como un sinsonte cantor,
cuando
ya era grande la jaula,
y
alguien entró para que ella pudiera volar.
Más
fue dolor su viaje,
un
quebranto que continúa,
un
duelo que no acaba.
Con
ella marchó
el
toche de plumas amarillas,
y
corazón de fuego.
Pido
a ese Jefe atento en cada pluma al viento,
a
ese Señor desnudo en mis ojos, cada día,
al matinal asombro ante su obra inmensa, llena
de fantasías
para
que la paz retorne,
y
el amor asome pintando sonrisas en el rostro.
Que
aparezca una mujer
que
defienda a los niños abusados,
que
su obra tenga eco en los indolentes corazones,
y
al paso fúnebre del caballo,
que
la lleva a su última morada,
sus
ojos hayan dejado un legado de hombres,
que
continúen su obra.
Gilma
Jiménez quedará retratada
en
los corazones de muchas madres
que
perdieron a sus hijos,
que
un cruel asesino cortó sus alas,
para
dejarlas vencidas
sobre
cualquier charco del camino.
Pero
ahora que el destino de su árbol
dejó
al descubierto
que
nada nos pertenece,
y
que sus lindos ojos,
cual
lámparas encendidas
serían
para el cielo;
muchos
vendrán a continuar su obra,
y
las leyes justas,
serán como un bordado de luceros en el cielo.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
junio 29/13
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