LA VOZ DE MI JEFE (53)
Aquí atan los hombres, y nos encadenan.
Dios desata con la
muerte y nos libera.
De nuevo me someto a sus rayos divinos,
a ese dorado que
nos llama.
Me atengo a su voluntad cada día
aunque a ratos reniegue.
Lago azul que tornas en dorado,
un beso del sol derretido
entre tus aguas
habla de la majestad de los colores,
de ese
desconocido ser que se muestra entre todo,
en el paisaje, en la lluvia, en el
brillo
que a ratos olvidamos.
Ahora, sometida estoy a la brisa,
a éste tiempo
que me toma de rodillas un tanto pálida,
con tanta hambre que pareciera que
agonizo,
y tanta sed,
que me sacio en el oasis de tu palabra.
Un rayo misterioso tiene la fuerza de tu voz,
como
un águila herida que se deja caer
y resucita en un segundo con algo entre sus
garras,
para volar de nuevo con sus alas extendidas,
sin pavor ni horror,
pues
le esperan sus niños en acolchado nido.
Silencio un instante,
la voz de mi Jefe es de
respeto.
Calla un minuto y escucha...
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 21/13
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