martes, 21 de mayo de 2013

TE BUSCO (55)



TE BUSCO (55)

En la soledad de mi aposento, si a mirar el cielo me atengo y creo que eres la estrella  luminosa que me acompaña y permanece como una lágrima colgada de mis ojos.

Te busco en el camino recorrido, en las frases que dejaste en una pequeña y deshojada libreta donde tus huellas se estampan con pasos cansados, abrumados de tristezas.

En el sinsonte cantor que se robó un ocioso, que trina en cualquier ventana, en el vencejo que busca una primavera sin hallarla, y en mis propios agobiados pensamientos.

En el mar azul, donde a veces despiadado me castiga. De sus aguas mansas tal vez uno que otro arrullo, pero de sus turbulencias, mi vida.

¿En dónde no he de buscarte madre?, te buscaré en el último ocaso, donde me entretuve con las caracolas de la playa y olvidé darte la mano, pues me llamaba el sol, y esas extrañas voces lejanas que murmuraron amores que no fueron.

Te busco ahora que no estás… te extraño y deseo partir, pero mis manos sólo dejan caer una que otra letra al descuido, esperando que mi viaje sea un sueño placentero sin más pedir.

En la alondra que descansa un momento en una rama, en el colibrí que pasa veloz y un abanico de sus alas me regala, pero que marcha raudo como ha llegado.

En el amigo que marchó tras las brisas de mayo, en la sombra que me descubre viéndome al espejo, y cree dibujarte con la misma triste sonrisa, con las manos ansiosas de una caricia y los labios en espera de un beso.

Soy un potrillo buscando en tus aguas un consuelo, en el recuerdo de tu presencia por mi casa, en un traje guardando tu perfume, en el sueño de un mañana donde estemos…

Y al buscar tanto, me he perdido entre las olas de mi impaciencia. ¿De qué manera calmaré éste dolor de ausencia que cada día quiebra mis alas?  

Los miro a todos, escucho voces que con sus dagas me inflaman, me hieren, y entonces me pregunto: ¿para qué existo?...

No vale la pena seguir soñando alegrías, si ellas se fueron contigo, si marcharon entre tus brazos en incierto día. Ahí esperaba un viaje al mirar nubes pasajeras, y ver salir el sol cada mañana a buscar rosas blancas en un huerto lejano.

Pero fue a mí a quien dejaste pálida, tan blanca como un cirio esperando por el brillo de tus amados ojos que ya no lloran, se tallaron  en el verano de mi existencia, se fueron tras las estrellas de la noche, errantes, tristes,  lejanos...

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 21/13





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