viernes, 11 de enero de 2013

PARA TI [60]


Entre rosas.


PARA TI [60]



Me antojé en escribirte algo:
¿Cuánto tiempo hace que no veo tus negros ojos?
¡Hace tantos inviernos, y tantos veranos!,


Un comején devastador consumía mis entrañas,
poco a poco te fui dejando a la deriva, sí lo hiciste algún día,

me has dejado en el olvido, ¡durante tantos años!,
que perdí la cuenta.

No te niego, al principio creí morir…
Tus promesas perdidas en el tiempo,

con unos azahares que nunca fueron míos.
Soñaba como suelen hacerlo  las niñas,

con caballos blancos, besos en los labios,
dormida con los ojos abiertos,

abrazada a nuestros propios brazos.

Pasó el cuento del volcán, miles de personas marcharon
creían dormir y despertar escuchando el canto del gallo,
con el azadón dispuesto cerca de su cama,
las alpargatas esperando,

y un totumo lleno de chicha o guarapo…

¿Has olvidado que nos juntamos en lágrimas?
Nos dolieron las mismas guerras,

los mismos amigos que forzados marcharon
dejando un huerto donde otros desperdiciaron,

y se hartaron de sus cosas.
Un lago donde nos dimos tantos besos,

y nuestras piernas se entrelazaban
sintiendo el dulzor del sexo,

y ese calor tibio que parecía brotar de las entrañas.

¡Qué pronto se olvida todo!...
Qué veloz pasa el tiempo,

sin dejar siquiera nuestras huellas.
No quedó ni una sola de tus promesas,
volaron, como el golero del parque,
marcharon las golondrinas del camino
desaparecieron como el arroz,

el algodón, el buen amigo…

Quiero decirte que ya te olvidé…
Es seguro que todo quedó en el pasado,
un pasado que nunca regresará,
que como un pequeño insecto,

quedará atrapado en cualquier ámbar,

en cualquier rincón
adonde el lodazal despierta y canta el mirlo
y tus besos en mis labios me hicieron llorar.

¡Claro que te olvidé amor mío!
Debes estar seguro de eso,
lo tuyo fue frágil, pasajero;
lo mío, se lo llevó tu desdén
y las cenizas las esparzo por el viento;
¡ni una lágrima!, ni una sombra de tu rostro,
¡todo está perdido!

Marchó lo que más amaba;
voló el gorrión más consentido,
quedó una huella de sus manos en las mías
y el verdor de sus ojos tan divinos.

Ahora cierro la página de mi libro,
mi vida continúa sin ti,
aún no he muerto;
volverá la golondrina al nido
y el águila abrirá sus alas
a nuevos sueños.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 10/13


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