MELANCOLÍA
Se instaló
melancolía en la puerta, luego se volvió sonrisa un incipiente huerto, que se
iluminó, al llegar las aves con su orquesta y la brisa con su arrastrar de
hojas...
Es la vida esta
sensación de siempre amarte, de nunca olvidar el prado verde mojado en tus
ojos.
Ella es una
dama triste que borda sueños con pequeñas letras, amiga y hermana de
Melancolía, que pareciera el diamante que brota por sus ojos y se estaciona en
el alma mía.
Tú, gaviota
errante: ¿en qué roca estás ahora?, dime si has tocado la penumbra última del
universo, si es verdad que existen más soles, si las estrellas entre más
muertas. más iluminan.
Dime si es
verdad que muere la carne pero que seguimos viviendo en todo tiempo y
lugar, siendo al menos, la tenue luz de
una lámpara o esa mariposa en el bosque, que al pintar ojos café bajo sus alas,
se abre luego y nos deja abismados con el azul brillante, que por un instante
casi me pierde en ese bosquecillo de mis fantasías, queriendo alcanzar de su
belleza, tu melancolía, para juntarnos luego, y volver a reír en tu blanca
mesa, tomadas de la mano, aligerando un café con pan tibio, o simplemente,
estar ahí viéndonos en nuestros ojos, y adivinándonos en nuestros sueños, tan
idealizados y tan poco hallados.
Tú Melancolía: si no existieras, ¿de qué manera le recordaría?
Raquel Rueda Bohórquez
10 4 16
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