BAJO EL ÁRBOL
Cada tarde desde que descubrí el milagro de una hamaca
observo en detalle las hojas que caen y caen
del árbol odiado por el vecino y amado por mí.
Hoy escuché la historia de un ave solitaria
sus alas eran negras y su pecho dorado,
siempre viene y canta, ve hacia la ventana
y en un leve sacudirse se aleja entre las sombras
que dibujan las nubes en el prado.
Las ardillas pican trocitos de su pecho
y nos enseñan a compartir,
comen una que otra hoja tierna
y fabrican un nido con las secas
un lecho donde el amor se multiplica
y nuevas vidas regresan.
Hoy vi menos que ayer
ellas saben que mi árbol las ama
y siempre asido como un prisionero
espera al pasajero que entre mordisco y mordisco
le susurran: te quiero.
Ayer el vecino lo podó sin permiso
y hoy la mujer vociferaba como una fiera,
pero me escondo para no escuchar la estupidez
que hacen que el hombre odie al árbol
y se vuelva enemigo del mundo por sus hojas.
Siento un raro vacío en el alma...
Me han robado la energía y la sonrisa
pero cuando regreso cansada a mi hamaca
y le veo ahí, pacífico y amable
torna a mi alma un gran regocijo.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 2/20
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