viernes, 2 de octubre de 2020

BUSCANDO

 BUSCANDO


El último día con mi madre en la iglesia y no quise entrar, me quedé afuera con mi hermano Pablo viendo la procesión de  gentes que llevaban a un crucificado y corrían a vender cosas, adornos, escapularios, medallas, etc,  y armaban rochela, patearon a un gato, pelearon por un puesto, vieron a un anciano y se burlaron de él,  y los dos nos miramos: ¿será verdad o todo esto es una mentira?... ¡No lo sé!, qué Dios nos perdone pero estoy dejando de creer en estas cosas, así terminó la misa  y mi madre venía de entre la multitud con una enorme sonrisa, ella amaba ir a la iglesia y se veía  que hablaba directamente con Dios, ella era su amiga porque se concentraba tanto que todo a su alrededor  dejaba  de existir, tal era su fervor que jamás llegamos a tener ni por más rosarios, misas ni oraciones. 


Cuando me vió me dijo al oído: ¡Chavito ha dejado de creer!... y le respondí: sí madre, me parece  que hay demasiada hipocresía, quisiera tener la  fe que tienes, quisiera tener tu alma  pura y ver a Dios en donde tus ojos lo ven, pero vivía llena de rabia, de enojo con el mundo y con la gente que se ponía un disfraz para ir a la iglesia y afuera volvían a ser los malvados de siempre, no como mi madre que ella oraba siempre, así estuviera en la iglesia o fuera de ella y actuaba con tanta santidad, que muchas  veces vi todo el resplandor que me faltaba en sus pupilas. 


Algún día quiero ser como ella, ahora vivo enamorada de la naturaleza, ella lo veía en  las hojas  secas, en el arco iris, El Magdalena, a pesar de todo, últimamente estaba viendo a Dios en ella, mi amada princesa, pero se me gastaron los minutos, se me fue el mejor tiempo y no aprendí  de ella lo importante que es aceptar que Dios está en donde lo busquemos, y si tenemos esa sonrisa de ángel en el rostro, es porque ya Dios moraba en su corazón. 


Algún día tendré al menos una  rayita de sus ojos en los míos, para aprender a descubrir a Dios en  la cotidianidad, en el espejo, en el reflejo del sol en el agua, y entonces ya no sentiré tristeza por nada. 


Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, octubre 2/20

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