martes, 10 de septiembre de 2019

A PUNTO DE LAS SEIS

A PUNTO DE LAS SEIS

Suelo correr, imaginar que he llegado a la cima del mundo, pero en esa cima todo es rocoso, sin flores, el aire pesa y los pulmones se queman.

Subía, tenía demasiada sed y no tenía en donde aplacarla porque el agua corría enojada por entre rocas con muchos filos y mis piernas no daban, no se ajustaban como ayer a correr desde arriba de la montaña para llegar al fin a la quebrada y endulzar la vida de tanto en tanto.

Algo había en medio de la montaña, como una saliente que no aportaba nada porque cada vez que intentaba aferrarme de ahí, algo me empujaba hacia abajo hasta que ya no pude más, las fuerzas se agotaron, sentí que todo el peso de la vida me llevaba hasta ese rincón oscuro en donde me esperaba una muerte cruel.

En medio de la caída sentí que nada me hería, vi entonces un llano verde,  todo eran flores y musgos tiernos y campo abierto con dulces ensenadas que me llevaban a ese río que desde arriba amenazaba con destrozar mi pequeño cuerpo, y entonces reí a carcajadas, corrí, la juventud tornó y el caballo blanco jamás apareció, pero mis pies parecían alas y el agua cristalina me abrazó toda, me hizo el amor como nunca nadie, me besó todas las orillas y sentí paz al fin al escuchar al pequeño enjaulado cantar. 

A punto de las 6, aquí entre nos, ¡canta tarde el pollito enano porque lo arropo con una cobija para embolatar su reloj interno, ¡y me ha funcionado! 

Desperté con ánimo, sin importar el calor, sin pensar en todas esas cosas que me atormentaban pero que ya no fueron, y doblo las rodillas para orar por alguien amado que pasa momentos difíciles.

Gracias Dios mío por este nuevo día, por la soledad que me acerca a ti y por la sonrisa de mis hijos, por el estómago grande de Carolina y los sueños de Verónica, y por ese sueño musical de Kevin, todo se acerca a lo que dispones, sin importar el tiempo, porque el tiempo no existe, sólo tú eres real.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, 10 09 19

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