Es verdad,
de nada sirve correr
si tenemos que frenar.
Salta el caballo,
se desboca ante el olor a hembra
y en su galanteo
olvida que es el dueño del cuartel
cuando sus ganas se empeñan.
Una a una
las potrancas invitan,
y él sigue siendo el rey
con una canción que la vida repite
y otro son que no bailaré.
Una lágrima, ¿para qué?
El amor no se obliga,
ha de ser mansa quebrada
y potente río.
Pero se fue sin voltear atrás.
Una maleta, un cojín;
ropa como para un mes,
un trabajo planeado
donde la Sierra será testigo
de que esto no inventé.
Salió sin decir adiós…
¡Ni siquiera un hasta luego!
Un candado se condena
a tener la boca cerrada,
y una dama se adorna
y pintarrajea la
cara.
Si puedes mirar a los ojos
y mentir con alegría:
¡Qué te vaya bien vidita mía!
¡Que llueva dinero y sonrisas,
que yo brindaré otro día!
Raquel Rueda Bohórquez
06-09-14
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