CRIANDO AVES
Criaderos Colombianos, me gusta compartir la obra divina,
el trabajo, la fuerza del espíritu, la tierra morena que sostiene los sueños y
los eleva, y alma del poeta que tiene los dedos partidos de reventar las rocas.
Pueda ser que hoy tengamos un tropiezo, pero cada falla
nos pule por dentro y nos talla por fuera, así como la gota de lluvia
transforma la roca que se vuelve dócil ante sus caricias, es el amor que nos
rodea, y son las brisas decembrinas la palabra del hombre grande, que sin
conocerlo nos regala todo, sin esperar nada de nosotros.
Aquí vamos, entre plumas y coladeras, inventando cuentos
para pasar el día y dar gracias por el amigo y la fortuna que viene, por la
mano que se extiende sin importar la distancia, por esta navidad hermosa que
nos une, nos acerca como hermanos, en un mundo cada vez más distraído de la
obra.
No poseo dinero para lanzar por el viento, pero las ganas
de soñar me asisten, quiero estar despierta para el atardecer y doblar las
rodillas al ocaso, con la desnudez del ave que espera las alas de la madre, y
el completo abandono a una voluntad mayor a nuestros anhelos.
Gracias a los criadores, las especies sobreviven un poco
más, porque desaparecen ante nuestra mirada, se van las plumas hermosas, los
piropos y las chirosas, desaparecen las copetonas, los cerditos miniatura que
llamaban congos, las gallinas de patitas cortas que parecían un trozo de sol
corriendo por entre los pastizales, los animales de granja están en peligro, se
va la belleza y llega la lluvia fuerte, nos azota la inclemencia, el cambio de
climas, y no bajamos la cabeza para besar la tierra como ellas y luego alzarla si tomamos del vino del manantial para agradecer por la fortuna de
existir, en este paraíso maravilloso que destruimos sin freno.
Raquel Rueda Bohórquez
17 12 17
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