NO PASÓ NADA
No reventaron las perlas a cantar sus mañanas, ni
volverán las alondras a su hogar, porque una espada partió en dos la vida,
arrancó con saña la flor de su jardín y se la llevó a un jagüey, para que el
sol se diera cuenta de toda la maldad que el hombre cultiva, y en espera de una
lágrima, se llenó el oasis con todas las penas que se amontonan, y esta navidad
será negra para unos y de luces para otros.
Pían y pían entre las ramas secas los pichones de perdiz,
pero en bandada se alejan sus madres, para que se oculten del hombre y se
mimeticen con el color del barro.
Suenan los acordes, mi hijo parece un pájaro contento y
alegra mis días con su presencia, en tantos las flores de mi jardín aprietan en
sus labios la voz del alma y buscan entre las arenas calientes, el caracol que
le suene al oído todas las esperanzas escritas, que al pasar de las olas se
desvanecen o se crecen, en el rincón más dulce de las hojas.
Un pentagrama lleva cumbia caliente y se enamora del
poema que versean las aves, un aroma a café toca mis labios, recuerdo los tuyos
untados de miel, semejando a la dulce amapola que se creció en medio de las
rocas más enormes y nos mostró que todo se puede, que las espinas salen, que el
cardo soporta las más terribles tempestades y a pesar de ello florece y da
frutos para el desamparado que entre sus espinas se deja besar del sol y
acariciar de la luna.
“Negro tu mirar, lo puedo notar, cuando tu cuerpo se
mueve al son de mi danza” inicia la nueva canción de mi hijo, cadencia
andaluza, chalupa, no sé qué otros cuentos, pero dan ganas de bailar y de
sonreír.
Gracias Dios mío, gracias porque favoreciste a mis hijos
de muchas calamidades, gracias por estos segundos en que puedo hablar de ti con
paz en el alma y que puedo tocarte en la mirada de mis muchachos, en lar
ardillas que conocen mi voz, en todo, hasta en el viento suave de diciembre que
susurra al oído un verso de amor lleno de tu bondad.
Raquel Rueda Bohórquez
17 12 17
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