EL INICIO DEL AMOR (45)
Cuando el amor termina, ¿será que termina?, o debe ser que
se transforma en otra cosa, lo cierto es que el amor bendice.
Escucho en el silencio una voz, tengo ganas de ir al mar,
¿quién irá conmigo?, no me gusta ir sola, necesito hablar con las olas y
alejarme un poco de ésta casa que absorbe mi vida con lentitud.
En el mar hasta las sombras son vida, las olas nos conversan
y cerramos los ojos, volamos y volamos, ese rumor sana toda herida. Caminar
descalzos sobre la arena caliente santifica, adivinar a las aves cazando en
picada, partiendo el mar en trocitos y luego salir triunfantes con un gran pez
en el pico.
Esa gran mancha a lo lejos son miles de peces que huyen de
un gran depredador, pero no lo sabemos, aquí o allá siempre hay peligro, pero
en el mar la vida resucita al segundo, quedando perplejos ante tal belleza.
Soy la gaviota que se asusta por todo, tengo miedo a los
sueños que me advierten de espadas, más en el mar el miedo de esfuma, es magia
pura, ahí puedo hablar con el Rey, puedo escuchar cómo suspira y jadea con
fuerza, parece un Titán, el magnífico ser que puede cambiar la tristeza por
alegría y la muerte por vida.
El amor jamás termina, cada segundo inicia, es parecido a
las olas, unas se van y otras regresan, todas llevan vida, están llenas de luz
e inquietud, cada segundo corre, es una corriente que sube y baja, que se
eleva, que ronca en el cielo y luego brota de la tierra.
Son miles de partículas que vuelan entre el viento y nacen
en el aguacero de la mañana, después se llena todo de algo, un algo que
escucho, un algo que musita un verso en mi corazón con sonido de tambor
Raquel Rueda Bohórquez
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