jueves, 7 de enero de 2016

ENREDADERA (43)

ENREDADERA (43)

Así pasé día y noche; queriendo ser una enredadera en medio de un camino, abrazada de un árbol o buscando una roca propicia.

Como una enredadera sentí el azote del viento, el frío y el calor intenso, en días no muy buenos; y en otros, demasiado prodigiosos.

Poco a poco me quería beber el mundo y seguí trepando; ésta vez encontré una gran palmera, nada impidió que subiera; pero luego, la palmera fue derribada y caí con ella.

Entonces me arrastré; ahí también se podía vivir, junto a las hormigas que bien se portaron conmigo; me podaban y podaban, robaban las flores de mi jardín, pero su intención era buena; crecí con más fuerza y ese ahínco me llevó a ti.

A sorbos bebo de tu vino, tomo de tu miel y entrego de lo que mi corazón tiene. No hay amarga hiel, pues he olvidado lo malo del ayer y continúo alargando mi camino. 

¿Quién será el ayudante?, creo que el sol y la lluvia me han sostenido; la providencia se hizo amiga y trasplantó su arco iris al revés en mi rostro; la roca y mi madre tierra; el cactus y el ave que hallaron en mis gajos, pródigo destino, y fueron parte de un cirio encendido a mi favor.

¡Qué agradecida estoy con la vida!, ese día estaba herida con el mundo, no deseaba vivir; se me había robado el perfume, no tenía hojas, me secaba; el comején de la existencia había hecho nido en mí y se robaba mi savia, matando así el corazón.

Ni una sonrisa acontecía, ¡ni de paso por mi rostro!, era una herida tallada por una espina tras otra, sólo reían a carcajadas de mí; se burlaban de mi desatino en el amor, de esas luchas continuas que nadie vio, y de esas ganas de reír llorando que me asistían.

Fue ahí, en ese instante, con mis gajos doblados por tanto paso de caballos y bestias que nada tenían que ver con mi existencia; fue ahí que sentí que nada me podía dañar más que la indiferencia, y nada me podía levantar con más fuerza, que este amor que había nacido luego, y poco a poco sacaba el dolor, para volverme vino en un brindis, y vid extendida en medio del océano de tus pensamientos.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 7/16




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