FUE CAZADOR (29)
Cazaban primero al bisonte y fue bueno; tenían astucia para
ello y las manadas siempre llenaban las praderas, había para mañana; el sol
bendecía todo, secaba la carne y la sal ayudaba, también fue magnífico; luego
vieron otras presas y ellos ya no estaban, había llegado otra clase de hombre y
se decían "sabios", pero los animales no por la carne fueron
asesinados, un colmillo valía demasiado para que importara la vida de un
elefante, o de un rinoceronte. Así fue, llegaron ellos con sus fusiles y
acallaron el tambor del bosque, la vida se extingue para dar paso al depredador
que no tiene dientes filosos, ni garras fuertes, pero sí mucha ambición y a
esto le llaman civilización.
Mi padre también fue cazador, había demasiada presa y muchos
hijos con hambre. Al salir con su morral y la escopeta sobre el hombro, con sus
amigos “carrielitos”, sus primos; sentíamos un tanto de enojo, pero a la vez la
satisfacción al verlos regresar con una gran presa, nos hacía verlos como a los
proveedores más amados de la tierra, compartían de su caza y él nos llenaba de
besos y abrazos.
Luego venía el regaño de mi madre si traía alguna presa
joven o un ave, ¡esto no se hace mijo!, ¿para qué?, y él se sentía triste, pero
aprendió la lección y nosotros conocimos el sabor de la carne de presas como tinajos rayados, picures, palomas
torcaz, patos silvestres, ponche, que eran una especie de cerdos grandes,
imagino como los chigüiros, luego jabalíes, eran unos cerditos que tenían dos
colmillos grandes, pero en mi tierra tenían otros nombres, puerco espín, todos
carnes muy ricas y mi madre las preparaba como la mejor cocinera de todas.
Fueron muchos animales los que devoramos, pero él cazaba
porque sentía pasión por la caza debido a su excelente puntería, pero tenía un
límite, y ahora lo admiro más, pudo traer muchas presas a la vez, pero cazaban
con un propósito claro y era el de proveer alimento, más no acabar con las
especies, no volvieron a traer presas pequeñas después de los regaños de mi
madre, nada fueran bebés ni madres
preñadas vi alguna vez, ese era el tino
de un cazador, cuando veían a una madre la dejaban fuera, su presa era bien
pensada, pero luego todo se volvió deporte y la caza como alimento perdió su
razón; de ahí vino acabar con las especies por deporte y ambición. Menos mal él
nos enseñó a valorar la vida, aunque también mataba, ¿no lo hicieron acaso
miles de seres humanos antes que nosotros?, ¿cuándo se desbocaron?, de esto
hace mucho, por vanidad, por exhibición, por idiotez.
Nada más hermoso que recordar al cazador que fue mi padre y
reír de quienes probaban puntería con él, porque no le atinaban a nada, en
cambio mi viejo tenía ojos de águila y su disparo era directo al corazón, así
como fue con sus hijos, su disparo de amor nos mantuvo unidos siempre a la
presa más bella de todas: “su mirada dulce y nostálgica”.
Recordar al cazador siempre me llevará a mi viejo, a esos
días maravillosos en su compañía, a las carcajadas y al gusto que le daba
vernos a todos reunidos en la mesa, probando de esos manjares que compartía con
sus compadres y amigos.
Ni con todo el dinero del mundo los ricos se dan los festines
que nos dábamos con mi viejo en la mesa, mientras robaba nuestras presas para
adivinar el afán en el rostro. Nada se compara a las mesas vacías de ahora,
donde la gente come sin hablar ni decir un chiste o recitar un verso, ni
siquiera una mirada con nadie, comen sin tomar sabor a lo que llevan a la boca,
por estar entretenidos en el celular, hasta fastidio les da que les preguntemos
algo.
Parece que las mesas desaparecen, así como las grandes
familias y la riqueza de un compartir con ese amor que desbordaba en el plato
preparado con gracia, como en aquéllos tiempos. Esa gracia tenía además el
sazón del amor, ¡cuánto me falta!, soy pésima cocinera, no me gusta, tal vez
porque recuerdo a mi vieja con ésta tarea tan inmensa, llenando más de lo que
podía y sirviendo más de lo que merecíamos.
Raquel Rueda Bohórquez
15 9 16
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