jueves, 15 de septiembre de 2016

EL CANARIO Y EL GATO BLANCO (30)

EL CANARIO Y EL GATO BLANCO (30)

Lo vi acercarse a la puerta del vecino, tenía rostro grande y preocupado;  no podía gritar las heridas que se veían desde afuera, un golpe en su frente parecía un corazón ensangrentado, y maulló un rato sus tristezas, como si un mensaje fuera enviado por alguien, luego murió el canario prisionero, el día de ayer, ¿acaso importa el día de la libertad?, ella llegará en silencio y sin hacer preguntas abrirá la celda y dejará volar a ese que mucho lloró, en medio de trinos y sonidos a lluvia en los tejares.

Hoy no regresó, pero estaba pálido, más que su piel de seda con la mirada abierta igual que todos algún día, hacia las estrellas que fueron sus confidentes en una noche de gatos y lobos, de hombres malvados y de niños que pierden la inocencia cuando lanzan rocas, creyendo que el dolor no existe, y se alejan riendo en medio de un cultivo de males que se les crece por dentro, si no hallan freno a tiempo y una voz detiene en el aire las rocas lanzadas.

Sí, el gato de rostro grande y dulce mirada, se despidió de la vida, con esa herida en la frente, parecía no sentir dolor, pero regresó a la puerta, en donde una promesa de amor de amarillo color, se dibujaba en aquéllos ojos azules.

No fue quien hirió al canario, jamás lo intentó siquiera, pero su trino quedó grabado en varios poemas, en cambio para él no hubo historia, fue una visita rara, de mirada extraña que nos advertía de algo, pero se llevó la vida de alguien en su trajecito de niño afelpado y dulce.

¿Qué será?, /me dice mi vecina, ¡es todo tan extraño!
Siente un miedo de madre, donde los recuerdos trágicos traen a su hijo menor cubierto de rosas rojas en el pecho, y el llanto se duplicó en una alcoba con una sábana que se abrió, para hacer nudo en la garganta y dejar huérfanos a los niños que tomaban biberón de carne y fuego, y sobaban los globos de madre con esa sonrisa morena que me veía a los ojos, con un extraño brillo y melancolía.

Los gatos adivinan las malas energías, ellos se alimentan de ellas, se las llevan, jamás debemos espantarlos ni maltratarlos, porque todo el dolor que causemos será devuelto, lo vi hace muchos años, con un tipo que mataba gatos y me invitaba con malicia a verlos regados en su patio, su final fue macabro, su nombre era Víctor, lo vivimos en las historias pasadas y lo seguiremos viendo en cada esquina y lugar, en donde se crucifica un gato negro y se ríe de Dios.

Para el gato blanco no hubo clemencia, ese alguien disparó sus rocas sobre su frente, y él tuvo valor de llegar a nuestra puerta y maullar un rato hacia adentro, luego se fue con el mismo silencio que llegó, para verlo en la mañana con la mirada dispuesta al sol, en esa vitrina de su rostro hermoso y joven que no mereció tal suerte.

El canario no cantará más, amaneció igual, con sus pequeñas perlas dispuestas y sus alas abiertas a una libertad donde nada duele y la vida tiene plumas de cristal.

Raquel Rueda Bohórquez
15 9 16






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