viernes, 12 de agosto de 2016

PROTEGIENDO (32)

PROTEGIENDO (32)

Estoy eliminando imágenes, a mí no me aparecen y no entiendo la razón. Si las que publico son mías, pero aceptando cada reto intento de nuevo, son recuerdos, muchas fotografías de mi familia, de momentos que se pierden en medio de las redes y que luego voy a ver y ya no están, un poco de pesar me da, no he guardado muchas cosas, se han perdido;  entonces voy a la página de Facebook y recupero algo, pero sigo sin entender, ¿será que se convierten en propiedad de una página?, está bien las que son de otros, ¿pero las mías también?, ¿o será que hay un virus que no me permite ver?

Después del virus y de la inquietud, recordé a mis morrocoyas, son mías, me hice cargo de sus vidas y su mantenimiento, aunque sean otros los encargados de cuidarlas porque se hizo difícil mi estadía en la parcela, no soy propietaria de nada y la convivencia con Serbio y "otros" se hizo insoportable.

Todo iba hermoso; flores, aves, animales corriendo de aquí para allá, pero surgieron cambios en las miradas, tonos bruscos y ásperos que cambiaron la felicidad por una sombra, una inquietud que oscurece los corazones y cambia los abrazos y sentimientos, por malsana desconfianza.

Desde mi rincón, ahora que recuerdo, el macho de los morrocoyes ha fallecido, así como muchos de los ángeles que tuvieron ahí una oportunidad de ser felices, sin pensar que fueran nuestro plato sobre la mesa. No puedo cambiar el chip mental de la gente, pero cambio el mío, veo a los pollos por ahí tan felices y luego sobre la mesa, devoro como una bestia su rica carne antes de orar y me siento perversa. A veces ruego por sus vidas, pero somos seres acostumbrados a comer carne, sin importar si lo que pasea por ahí tiene vida y alma, luego dirán que soy una demente por pensar tanta burrada, y la burrada se crece con una burrita a la que temo abusen, porque es costumbre por estos lares y se hace una broma macabra sobre ello, además.

¿Qué puedo decir?, los días corren aprisa, del criadero de cabras no queda nada, todas fueron muriendo una a una, de un momento a otro sin conocer jamás la causa, una visita de mucha gente, el enojo de verlas por ahí tan bellas con sus crías y luego como una maldición, toda la energía cayó sobre mis ángeles inocentes.

Las flores se fueron, los sueños continúan brillando en cada hoja. Amo la naturaleza, sufro si ellos sufren, muchas veces tenemos que pasar por encima de seres heridos y hambrientos, porque no da para tanto el cuento, ni las cuentas cuadran, entonces nos quedamos con la nostalgia y los brazos caídos, con las ganas que resucitan cada vez que voy de visita y veo de qué manera se han crecido, que al menos adoptamos a éstos seres maravillosos que andan con su pesada casa a cuestas y que ninguno los ha visto como la comida del día, a excepción de alguna gente del lugar que sacan a las hicoteas del lago y dañan toda la labor que hemos realizado durante años, tratando de proteger alguna especie. Parece infructuoso, pero cada día decidimos sembrar una semilla en el corazón de alguien y ese alguien soy yo, iniciar por mí a cambiar lo que por muchos años llevamos diciendo que es normal, ese cuento de que Dios dejó a los animales para que los devoremos, sin importar su derecho a vivir y a morir el día que toque, ¿pero quién soy para tratar de cambiar el mundo?, muchos ríen pero nada hacen ante el maltrato hacia los animales, nadie escucha sus voces, imaginan que no sienten dolor, pasan sus vehículos sobre ellos y los dejan moribundos en un rincón del mundo, después correré a esconderme ahora que hay camuros, en un momento de pálido terror cuando asoma un filoso cuchillo y adivino sus ojos asustados, sin que nada pueda hacer por ellos.

Esta semana envenenaron a mi amada gata Gian, fue un golpe muy fuerte, es como si mi mejor amigo hubiese muerto, ¿quién me puede comprender?, sólo quienes aman a los animales.

Los perros desaparecen y pienso que no volveré a tener uno más en mi hogar, pero los que están se quedan aquí, no daré en adopción a ninguno porque al intentarlo he causado mucho sufrimiento; me han devuelto alguno porque no soportó el cambio y entonces regresan cansados flacos y abatidos a buscar el hogar que aman.

¿En dónde quedan las tortugas?, es cuento largo, casi 30 años cuidándolas y protegiéndolas, pero sus crías se van de la mano del primero que llega, es una tarea muy difícil, creen que son juguetes, y luego escuchamos el cuento de que murieron, que se cansaron, que huelen a feo, ¡así somos los seres humanos!, ¡bestias de dos patas!, y no le pido perdón a nadie.

Raquel Rueda Bohórquez
12 08 16




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