ESAS HORAS (37)
Escribir a lo que no has dicho; a esas frases hermosas que
reservaste para otras, mientras me comía la rabia y renegaba de la mala suerte
de haberte conocido, en vez de agradecer por las flores que con pasión o
mentira, sembraste en el nicho escondido entre mis piernas.
Me gustaría escribir a esos perfumes que gasté en vano, a
esos adornos de mis vestidos transparentes y sus colores pegados de mi carne,
en tanto tus manos se desperdiciaban en pulpas usadas y rellenas de plástico.
¿Qué razón tengo para no escribir a lo que no hicimos?, ¿que
he sido una cobarde?, ¿qué me encierro en la cárcel de los sueños y divulgo al
mundo que nacimos para el amor, más no para que nos amen?, es paradójico y
simple, es real, la mujer tiene todas las misiones en el mundo, ella ha de
llevar la carga de un hijo en su vientre, ha de gritar por dentro cada dolor y
arrancarse las espinas sin gritar.
Me gustaría escribirle a esos momentos en que jadeabas con
tu cortesana, a esas caricias que eran mías, pero que pagabas por darlas. Tanto
heriste que hasta lo invisible del alma tiene heridas que no cicatrizan, ahora
pagas por todo el daño causado y no debo ser mujer para dolerme, hay un poder
que es más grande que mi gran pequeñez y con eso es suficiente.
Me gustaría escribirle a mi piel hambrienta de ti, que pasó
sed y hambre, que estuvo con su corazón palpitando y las piernas deseosas de
abrazarse a tu torso…
A eso que jamás hicimos, a una caricia en la cocina,
¡cuántas veces las pedí!, pero tu mundo no era yo, tu mundo eras tú, tu vida,
tu libertad de caballo saltando cercas sin arañarse, con ese disgusto que
dejabas en casa, con esos gritos que están pegados de las paredes y que han
dañado algo más que las ganas de seguir…
A esos cigarros, a esos humos de la vida que se fueron, a
esos brindis que no hicimos y a esas uvas que estuvieron siempre dispuestas,
les escribo desde mi aposento, con la soledad como amiga y compañera.
Muestro algo más de mí sin la hipocresía que asiste al
mundo, con la libertad que tengo de expresar a mi manera lo mujer que vive en
mí; es la razón de una búsqueda que grita desde muy adentro, que estoy viva, que
necesito de ti, de ese amor que rebota, parece un balón de caucho que se aleja
juguetón hacia otro parque, donde no habita la niña que buscaba moras de
castilla en medio de un bosque umbrío.
A esas carreras detrás del mundo, un mundo egoísta y
traicionero que nos robó las ganas y el amor con sus mentiras; a esas marusas
de toche tejidas en los platanales y a esos pichones que no vimos, por andar
como enemigos lanzando espadas, en vez de besos y abrazos. También perdí, pero
iniciaste la carrera, ebrio y demente y jamás pude alcanzarte, porque no fui ni
siquiera la flor que deseabas en tu alcoba, ni el aroma que provocaba tus
ansias locas.
Raquel Rueda Bohórquez
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