SUEÑOS DE GIRASOL/A Domingo (63)
A veces soñamos, pero nada recordamos; otras veces
recordamos por partes, pero hay sueños que son como una historia que nos
sucede, y en esta película de la vida, se aprovecha el silencio para que la veamos
completa.
Estaba por ahí, puede ser cantando en un gajo o bailando con
alas de mariposa; me di cuenta de un
gran jardín, había muchas flores grandes y pequeñas, altivas y sencillas, ricas
o pobres, pero todas con su forma y esencia únicas, ninguna se parecía a otra,
ni siquiera una hoja, ni una espina, ni un tallo, pero en medio de ésta
multitud vi a una flor muy triste, parece raro, pero sí, también ellas
entristecen por falta de riego, de cariño, de amor, poco a poco languidecen
esperando al menos el beso dulce del sol o un cántaro de lluvia caído del
cielo.
Parecían murmurar entre ellas, se tocaban, y el aroma en
grupo era maravilloso, pero esa flor ausente, esos pétalos tan amarillos tenían
un nombre, era el nombre de una persona muy querida.
En este raro jardín de los sueños, era una flor macho y así
tenía que ser. Llegará el momento en que todas las flores serán iguales y ese
día es un suspiro pendiente que se irá empujando nuestras alas.
A esa flor le falta algo, ¡lo sé!, era un sentimiento que a
mí me tomaba, puede ser que la hiedra sembrada había robado el abono que era
para compartir, o puede ser que el árbol grande abarcó más de lo que le tocaba
y sus ramas tapaban la luz del sol, fuera lo uno o lo otro, estaba muy triste,
necesitaba la oración de la mañana, era necesaria la lluvia de la tarde, de lo
contrario, nada sería al día siguiente.
Un mono travieso se movía de rama en rama, en un impulso
quebró el gajo que tapaba la luz al girasol, el día se cubrió de neblina y
luego un aguacero caía presuroso, fue de instantes, y lo vi ahí, en el sueño me
escuchó, arqueó su rostro de colores al dar de nuevo el sol de lleno, y en un
parpadeo otra vez lo vi. Su tristeza se
había ido, se esfumó su dolor y con su rostro más dorado, me vi en los pétalos
del girasol.
Desperté con la sensación de que había hablado con Dios, su
aroma toca profundo, su voz circula en el viento, tiene aires de campesino que
sube y baja la montaña con sus alpargatas y sus angustias a tiro, pero siempre
pintando una esperanza en sus labios.
Dios no se disfraza, si ves a tu lado, tal vez esté leyendo
contigo o te está viendo desde tu misma ventana, Él vive contigo en tus propios
sueños, eleva tu rostro para que no vivas en congoja, porque ese algo
providencia que sucede cada tanto, es su amor obrando en todos y una multitud
obrando en su esencia.
Raquel Rueda Bohórquez
9 4 16
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