sábado, 9 de abril de 2016

SUEÑOS DE GIRASOL/A Domingo (63)


SUEÑOS DE GIRASOL/A Domingo (63)

A veces soñamos, pero nada recordamos; otras veces recordamos por partes, pero hay sueños que son como una historia que nos sucede, y en esta película de la vida, se aprovecha el silencio para que la veamos completa.

Estaba por ahí, puede ser cantando en un gajo o bailando con alas de mariposa;  me di cuenta de un gran jardín, había muchas flores grandes y pequeñas, altivas y sencillas, ricas o pobres, pero todas con su forma y esencia únicas, ninguna se parecía a otra, ni siquiera una hoja, ni una espina, ni un tallo, pero en medio de ésta multitud vi a una flor muy triste, parece raro, pero sí, también ellas entristecen por falta de riego, de cariño, de amor, poco a poco languidecen esperando al menos el beso dulce del sol o un cántaro de lluvia caído del cielo.

Parecían murmurar entre ellas, se tocaban, y el aroma en grupo era maravilloso, pero esa flor ausente, esos pétalos tan amarillos tenían un nombre, era el nombre de una persona muy querida.

En este raro jardín de los sueños, era una flor macho y así tenía que ser. Llegará el momento en que todas las flores serán iguales y ese día es un suspiro pendiente que se irá empujando nuestras alas.

A esa flor le falta algo, ¡lo sé!, era un sentimiento que a mí me tomaba, puede ser que la hiedra sembrada había robado el abono que era para compartir, o puede ser que el árbol grande abarcó más de lo que le tocaba y sus ramas tapaban la luz del sol, fuera lo uno o lo otro, estaba muy triste, necesitaba la oración de la mañana, era necesaria la lluvia de la tarde, de lo contrario, nada sería al día siguiente.

Un mono travieso se movía de rama en rama, en un impulso quebró el gajo que tapaba la luz al girasol, el día se cubrió de neblina y luego un aguacero caía presuroso, fue de instantes, y lo vi ahí, en el sueño me escuchó, arqueó su rostro de colores al dar de nuevo el sol de lleno, y en un parpadeo otra vez lo vi.  Su tristeza se había ido, se esfumó su dolor y con su rostro más dorado, me vi en los pétalos del girasol.

Desperté con la sensación de que había hablado con Dios, su aroma toca profundo, su voz circula en el viento, tiene aires de campesino que sube y baja la montaña con sus alpargatas y sus angustias a tiro, pero siempre pintando una esperanza en sus labios.

Dios no se disfraza, si ves a tu lado, tal vez esté leyendo contigo o te está viendo desde tu misma ventana, Él vive contigo en tus propios sueños, eleva tu rostro para que no vivas en congoja, porque ese algo providencia que sucede cada tanto, es su amor obrando en todos y una multitud obrando en su esencia.


Raquel Rueda Bohórquez
9 4 16




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