SEMILLAS Y SUEÑOS (73)
Todo tiene un principio y un fin; pero al plantar semillas,
al esparcir como si nada fuera a pasar, me ha conmovido ver cómo nacen, y
siendo tan mínimas, su perfume muestra desde ya, lo que será.
Eran semillas que encontré por ahí cuando tomaba sus hojas y
deseaba oler a ellas, parecían granitos de arena, mucho más pequeños. Ahora se
crecen cual sueños de poeta, luego será bendecido un huerto con sus presencias
y mi hogar con sus aromas...
Debemos tener sueños húmedos que se crezcan en medio de un
bosque, esos son los que han de llenar nuestros pensamientos, para respirar el
aroma que promoverá un mundo mejor para todos. Ese aroma a vida, a colores
intensos mojados por la lluvia y besados por el aura de la nieve.
Que no sea perdida nuestra estadía por aquí, aun sabiendo
que moriremos como las hojas, siempre lo olvidamos, siempre vivimos con tal
arrogancia, que olvidamos que somos pequeños sueños pegados de un gajo,
esperando que la brisa los bese.
Después de todo, sin pensar en ti, ya en mí estabas. Al lanzar
al viento cada semilla, soñé contigo en una pequeña casa con tejas rojas, y en
medio de ese mundo, un bosque verde lleno de flores y acacias.
Escuché trinar a los toches; venían a casa los colibríes; el
mirlo negro ensayaba su canción y la paloma torcaz enredaba su pico en su amor,
y éste amor invitaba a besarte una y otra vez, porque sentía celos de sus
plumas y su libertad.
Anoche estuve contigo, no sé para qué servirán los sueños si
ni siquiera en ti pensaba, pero llegaste con tu amor fresco a volver tibia la
mañana.
Anudé mis brazos a tu cuello, sorbimos el café servido por
otras manos, luego caminamos el bosque y sobre un lecho de hojas secas nos
amamos.
Raquel Rueda Bohórquez
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