martes, 12 de abril de 2016

EL DÍA (49)

EL DÍA (49)

Si conociéramos el día de nuestra muerte, continuaríamos igual que con esta incertidumbre de no saberlo.

Nada cambia, si cada uno no se da cuenta que la vida es una extensión de nube que pasa y pasa, sobre una alfombra de hojas secas.

Si actuáramos el bien, no tendríamos necesidad de pensar en el mal. Pero la realidad nos estrella de frente, pues somos esos pájaros desnudos que necesitan de un traje para adornar su figura, que volvemos hermosa por vanidad.

Parecemos lombrices de colores sobre la tierra, seres débiles, sin garras ni dientes de león, pero a pesar de todo, podemos hasta devorarnos entre nosotros sin compasión.

¡Ay de mí que nada estudié!, aprendí a leer dándole la vuelta a los ojos de mi madre, luego correr y correr, lavar tripas donde apesta a muerte la vida, y seguir corriendo, huir de esos ojos que desnudaban mis pequeños pezones, y luego querían hurgar mis sueños cortos, con pesadillas inmensas.

Si conociera el día de mi muerte, ¿qué persona sería?, sé que ahora estoy viva, aquí en éste palacio donde se maltrata y se hiere, estoy donde la vida no vale ni siquiera una lágrima, y antes de nacer matamos al niño, con esas ganas de seguir follándole a la noche y al día, el deseo de la carne.

¿Cómo puedo matar a mi propia vida, si puedo concebir la idea de no crearla?, no tomé la pastilla, y el gusanito estaba animado, se coló por el túnel de los gemidos, y entre la sal revuelta y las ganas de seguir peleando la carne, decidí hundir en su pecho la espada de mis desaires.

¿Qué sería de todos si conociéramos el segundo de nuestra muerte?, nada pasaría, estamos aquí sabiendo que moriremos un día, pero continuamos jadeando, peleando, odiando, siempre será así mientras el hombre exista, ¡y eso que hasta las aves se pelean!, pero por un trozo de pan o un espacio para cantar o anidar.

Ellas festejan el día del amor y el día de su muerte lo adivinan. Sé que algunas cantaron mucho más, escuché el canto del cisne cuando ella se fue para siempre, y se perdió en la inmensidad de un lago sin volverlo a ver, se fue a buscar a ese único amor que siempre la mantuvo con ganas de vivir.

Pasamos olvidando que en un segundo nada será, y que todas nuestras riquezas pasarán a manos de otros, quienes disfrutarán sin medida de tantas cosas que obviamos, por tacaños con nosotros mismos, y de tantas ayudas que nos negamos, por eso no somos felices, somos egoístas, olvidamos que lo que se nos da no es nuestro, fue la oportunidad que dejamos ir de ayudar a otros y ser felices haciéndolo.

Si tu vida termina en el paso siguiente, ¿qué pensarías después de todo?

¡Nada cabrón, porque ya estarás muerto!

Raquel Rueda Bohórquez
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