El caney es una casa pequeña de barro, sin puertas; su techo
en paja seca en donde se enamoran los cucaracheros y las palomas, alegrando el
campo, con esas entradas y salidas felices y contentas, sin saber qué sucederá
al vuelo siguiente.
AL CANEY (56)
Llévame al caney donde cantan las aves y los sueños se
crecen; ¡ahora tócame y bésame entre la brisa!
Creo que te siento porque me recorre esa misma energía de
ayer; esa llama me enciende y estoy a tu lado, somos uno, nos juntamos, volamos
en el viento, ¡no sé de mí!, pero sé que estás a mi lado; tengo mareo sin un
trago y todo el mundo parece una gran vid llena de frutos.
Contigo parezco un trompo, siempre estoy ebria deseándote.
Giro y giro; voy, regreso, para terminar de nuevo en tus sueños.
Pensando que el amor no tiene secretos; es la brisa fresca
que nos besa y alienta, entre las hojas secas nos hace bailar, nos mueve
dulcemente hacia el rincón más oscuro de la tierra, luego brillará una
luciérnaga y tú responderás a ese llamado que nos apaga en un solo abrazo.
Vi una rosa encendida en tu portal, era la respuesta a la
luz de mi corazón, sabía que la encenderías para mí, que la oscuridad
alcahuetea el amor.
Me prendo, soy amapola con el radiante sol en el rostro y
este calor te busca cual flama al pasto seco.
Cuando un amor como el tuyo hace estación en la memoria, no
habrá tiempo que lo borre, ni distancia que lo aleje, porque hemos sabido
descubrir que para el sentimiento no hay enredo, él va y viene, entra por donde
quiere y se instala donde hay respuesta.
A tu lado descubrí
que todos los días son los más dulces, y todas las soledades más acompañadas,
si puedo descubrir cada pensamiento que nos acerca en medio de un poema, y nos
separa al cerrarse una ventana.
Llévame al caney, hay un árbol florecido donde cantan las
cigarras hasta morir, luego veremos sus estuches de cristal y nos contentaremos
con haberlas escuchado y saber que la vida es un pasar de golondrina, un canto
agudo de cigarra.
Un día todos se enterarán, que de tanto llorar, dejé mi alma
envuelta en un cristal y nos juntaremos ahí con una sonrisa de payaso y la
mirada más limpia, en un estado donde la maldad jamás podrá tocarnos.
Llévame al caney para que veas que los sueños en verdad
florecen.
Raquel Rueda Bohórquez
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