viernes, 1 de enero de 2016

UNA NOCHE (60)

UNA NOCHE (60)

Hermosa noche, ¡claro que te pensaré!, y cuando ya no vea una sola estrella en el cielo, es porque estoy a tu lado, y estará silencioso el mar esperando a que me digas también que me amas. 

Sé que he repetido las mismas letras y palabras, una y otra vez; que también has escrito muchas, que imagino son para mí; pero luego del primer sorbo, siento un poco de amargos, pues jamás, ni siquiera en mi estrella aparece mi nombre. Imagino que es tu clave, quiero descifrar que son para mí, ¿me podrías decir cómo hago?

Ahora que te adivino en un paisaje, esperando el invierno, y que todas las hojas han caído, pues el árbol está en reposo y no necesita gastar sus energías; ahora que saboreas un café  y hay un vaso desocupado a tu lado, pienso que es una invitación a llenar tu vida con algo de consuelo, y ahí entra a mi corazón un oleaje tibio cual canción de cuna: ¿seré yo?, ¡no creo!, o será ella, o será otra, y estoy como una tonta imaginando que lo has escrito para mí.

Luego pienso en todos los que imaginan por nosotros y me da risa, ¿será que envías tus diamantes, y jamás se quedarán sus brillos en el camino, para otro día?

Música de viento, poesía de George, de Neruda, del viejo que come paredes en la otra cuadra y le dice al mundo que de hambre no morirá; luego busco una imagen, otro ruido, para que me digas de una vez por todas, si es verdad que me amas, y no todo es un loco poema que nos inventamos, para llenar esos vacíos que siempre nos topan viendo hacia el horizonte, pegados de una reja, imaginándonos ser un par de aves que se aferran de un gajo y luego se bendicen con un beso.

Ahí vas, tienes esa misma camisa negra y tu boina, como mi padre; llevas zapatos ligeros, y entre los bolsillos muchos tesoros para esparcir a las aves que hallas en tu camino.

 ¿Pero qué hay en verdad para mí? Me conformaría con un ramillete de pensamientos, o ese chasquido de las hojas secas que gimen ante tus pasos, ¡pero que esté enterada que son para mí!, que lleven mi nombre en clave, una clave para dos, ¿sería posible?

Cuidado al caminar, no sea que te enredes en esas raíces que surgen, como testigo mudo de un amor, que en silencio le grita al mundo, que la música y la poesía son armas poderosas, y que con dos  palabras acabaríamos cualquier guerra: ¡te quiero!

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 1/16




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