CUANDO
VI EL MAR [23]
¿Qué
sentí cuando vi el mar?
Es
indescriptible la emoción,
¿cómo
diría?,
puede
ser que como ver a mi amor
después
de siglos sin amarme,
o
como adivinar a un pájaro ausente
de
nuevo, tejiendo un nido,
o
cantando a mi viejo árbol
esos
amores con acordes envejecidos.
Cuando
vi el mar enmudecí;
estaba
acostumbrada a muchas rocas,
lagos
pequeños bordeados por árboles,
cascadas
que bajaban de las montañas
con
sus largas faldas como novias del paraíso.
Era
una sábana inmensa con orillos de plata
y
lo más fascinante era que cantaba,
parecía
un poeta declamando versos en mi boca,
era
como ese amor primero: único.
Al acercarme sentí
vértigo,
corrían
pájaros gigantes, ¡qué picos enormes!
subían
y bajaban y no se ahogaban,
se
parecían a mí cuando saltaba de las rocas
y
caía al Río Suárez, y luego, una fuerza me subía
con
el corazón sonando y la boca riendo.
Pero
cuando vi el mar, ahí me quedé,
30
años y más, y siempre,
¡jamás
me alejaré de ti!,
eres
el índigo más hermoso,
y
el amante más cariñoso.
Cada
día y cada noche pienso en él,
quiero
estar ahí despertando con el sol
y
viendo cómo se despide
dejando
una sábana de oro
bailando
entre sus majestuosas aguas
de
azul color.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
mayo 14/15
No hay comentarios:
Publicar un comentario