GENTE MENUDA
(4)
Para
encontrar oro puro, primero tenemos que sacar el cascajo, luego la arena más
gruesa, poco a poco, y finalmente, en esa oscuridad que habita el fondo de una
vasija y mucha paciencia, se encuentra arena negra muy fina, que a punta de
fuego se derrite, dejando salir su alma dorada y pura, así como el sol en medio
del océano cada mañana.
Entre más
"menudo", más oro puro, cada ser en el universo es como un grano de
arena, no podemos discriminar, sí separar, pero las cosas, no a las personas.
Así a veces nos apartan, cada quien usa lo que más
le agrada o está con quien mejor se siente, pero es que tratamos a los seres
humanos como si fueran cosas, los comparamos con zapatos viejos que no tallan
ni lastiman, aunque en verdad sean dulces zapatos de tela, entonces esos son
los que debemos desechar, con esos no debemos estar para sentirnos bien, sin
aceptar a otros que nos han servido, pero ahora ya no importan, simplemente
dejamos de lado a esos tontos hediondos, según nuestro parecer de idiotas
engreídos, para estar con los zapatos más brillantes, pero que finalmente nos
dejarán los pies llagados, ¡así somos!
Es tal el
egoísmo disfrazado de sabiduría, tenemos que ser inteligentes para aceptar que
a veces nos convierten no en zapatos viejos, sino en pecuecas, porque sí.
El envejecer
es un desperdicio, seguimos siendo necios y arrogantes, los golpes no sirven de
nada, ni las experiencias; no bajamos la cabeza, seguimos siendo seres
ofensivos que despreciamos a nuestros hermanos y soltamos esas apestosas
palabras que tanto hieren, lastiman y arrinconan.
Hacemos
roscas para reír de otros, creemos que porque hay más dinero, y otro por alguna
razón quedó a la deriva, somos más grandes y hemos sido más “vivos” para los
negocios, ¡ojo con esas vivezas!, ¡vaya y venga, y yo tan santa!, y con éste
vicio nos volvemos ancianos, creyéndonos sabios e inteligentes, pero a nuestro
paso hemos pisoteado como burros a quienes debíamos amar y proteger. Más inteligencia tiene quien calla y espera,
la vida nos da lecciones fuertes, pero somos tan orejones que ni a las patadas
queremos aprender.
Creo que
debo confesarme para iniciar el año limpia, así es la religión, un amañar a la
gente a pecar, empatar, comulgar y vuelva y juegue, esto sí que es doble moral.
Creo que
tengo energías acumuladas, pues hace muchos años que no purgo mis pecados. Me
condenarán a miles de oraciones, pero jamás a que discrimine a nadie por su
tocado, ¡ni más faltaba creerme más apestosa que otros!
En este
mundo unos pasamos por una cosa o por otra, pero por santos nada más la vieja
Hipocrasia, que denigra de todos, pero a ninguno le sostiene nada.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla,
diciembre 30/15
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