Gian
SIN MIRAR ATRÁS [3]
No hay que mirar atrás, pero si atrás
han quedado nuestras huellas, y atrás, lo que amamos y hemos amado, retrocedo todos
mis pasos; por algo Dios me hizo un ermitaño.
Más un imposible parece regresar viva
a la muerte, si ella atravesó mis caminos para llevárselos a todos, sin un
permiso siquiera.
Es una atrevida que desnuda todas las
miserias de la carne, y nos deja sonriendo un tiempo, ¡para nadie!
Fue en esa esquina, utópico saber que
donde estaban florecidos todos los robles y nos bendijeron con sus flores y su
fuerza, en el instante en que un pájaro abría su cofre y una madre leía un
salmo, sería donde caerían las hojas más tiernas, que luego volarían como
pájaros en medio del fuego.
¡No hay que mirar atrás! ¿Quién me
dice que no?, recorro en silencio sus ojos negros, admiro su boca, y las
palabras que brotaban cada pestaña cubriendo sus bonitas joyas de grama, y yo,
¡¿qué me pasaba?! Dormía entre lirios, parecía una rata borracha, envenenada de
a poco con gotas de un elíxir malévolo
que jamás mataría una mosca, porque ella estuvo con su oración clamando, y con
su devoción nos mantuvo en pie, en medio de un abismo de quejas y lágrimas.
¿Recuerdas esos días? ¡¿Qué me sucede?!
Y me abrazaba, me consentía, ¡nada!, ¡nada pasará!, y pasaba, sucedía siempre,
pero me enredaba en sus dedos cada día más delgados, con esos hilos que
deseaban brotar de la carne.
El río se había secado, se robó el
tiempo del rojo encendido que llegaba al mar profundo de su corazón, se
volvieron blancos todos los rosarios, parecían brotes de pequeñas rosas que
perfumaban sus manos.
Así le vi, su retrato se guarda en la
pupila, abrigada en medio de un hielo perpetuo, calcetines azules, escapulario
que cantaba oraciones, en ese mutismo donde todo se iba en medio de nuestras
pestañas.
Parecían gotas de rocío de nuestros
bosques, escurriéndose ladera abajo, llenando de a poco ese manantial que se
volvía cascada, y corría entre rocas, para desaparecer de nuestra vista y
guardarse dentro del alma de una flor de cristal.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 30/15
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