Desde mi ventana
LA OVEJA Y EL
MURCIÉLAGO [47]
En un pueblo donde el
infierno cabe, había otra vez una niña que deseaba ser murciélago.
-¡Eres mala niña!,
¿cómo quieres ser ese animal tan feo?, le recriminaba su familia, ¡beeeee!
La niña lloraba y
lloraba, y corría a esconderse debajo de la cama, hecha con pasto seco y
palitos de arrayan, y hablaba con el pequeño que arrastraba sus alas y se
colgaba de su dedo, mitad perro, mitad zorrillo, águila puede ser, o pequeña
mariposa negra.
-¡Quiero ser como tú,
pero nadie quiere que lo sea!, dicen que eres muy feo, pero eres mi amigo, y
además te quiero, así como eres, negro, ojos de tigre o de león, me gustas por
fanfarrón.
En medio de la charla
los dos rieron a su manera, el murciélago le dice: ¿Para qué deseas ser como
yo?, ¿no es suficiente con que seas tú misma?, nunca podría ser como tú, aunque
lo quisiera, pero soy feliz como soy, a pesar de que no pueda verte
cuando sale el sol.
¿Sabes que tienes
unas pecas que lucen con tus ojos verdes?, y eres dócil, eres la más bonita
oveja pastando en la pradera, fácil te engañaría cualquiera, pero siempre
estaré a tu lado para protegerte de las malas brisas.
-¡Mentira!, algún día
también te irás sin decir nada, extenderás tus alas sin una despedida y
me quedaré aquí pensando que nunca fuiste mi amigo.
-¿Cómo dices eso?,
¿en verdad me conoces?, te diré niña mía que nunca me iré de tu lado, pues
seguiré siendo tu anhelo, pero en un día soleado, seguro nos encontraremos en
este mismo rincón en el tiempo, para en las noches cazar luciérnagas, y
continuar volando en el viento.
-Te quiero
amigo, -dijo la niña-
Y el murciélago se
abrazó con sus alas y siguió durmiendo en el sueño de la ovejita.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla, julio
15/15
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