¡Me quito el sombrero!
HIPOCRASIA EN EL
BANQUILLO [46]
Es verdad comadre,
dijo la vieja Hipocrasia sosteniendo sus quijadas y hablando con gran soltura,
que como el pato en la llanura, por su andar también se conocían sus cagadas.
-¡No mija!, ¡mejor
persona en la vida no pudo conseguir don Pancredo!, ¡es una mujer
perfecta!, ¡ni mandándola a fabricar encontraría mejor en ningún otro
lugar!
¡Traiga gaseosa y
pudin, mija!, para atender a tan prolija visita que tomó asiento y se quedó
muchas estaciones en el mismo banquillo, arropándose con igual cobija.
Recogía y llevaba,
llevaba y traía, era tal su oficio que su nombre al dedillo le quedaba.
¡Hipocrasia!,
¡Hipocrasia!
-¿¡Quién hifueputas
gritaba!?
-¡Qué quiere huevón!,
¡dígales que ahora no me jodan, que estoy en reunión!, en esto era mediodía…
-¿Desea almorzar doña Hipocrasia?
-¡Me da mucha
vergüenza compadre!, ¡pero creo que es muy tarde y con gratitud se lo acepto!
-¡Qué es esto por
Dios!, ¡yo no quiero esa pechuga!, es carne fofa y no me llena, déjeme la
rabadilla y de sobremesa me arrima la pierna con lo que le encima.
De ahí salió la
historia cierta como que estoy aquí sentada, que la vieja amancebada jamás lo
fue, y la condenada por dañar hogares, sólo fue un sonar de lengua infiel.
¡Ay compadre!, ¡pero
es que ella me lo dijo!, así como se lo estoy contando, es una daña hogares, la
ruina al suyo llevó, esto fue lo que contó y aquí lo estoy conversando.
El compadre Filemón,
también se hizo el huevón y no puso freno al chisme, a pesar de la ocasión.
¡Con qué valor y
fuerza denigramos de los demás!, ¡por Dios!, ¡si supieran lo que sé!, pero de
mi boca no saldrá una letra para dañar, tal vez para sonreír y llevar en el
recuerdo, que muchas veces espinamos a quien no lo merece, y a quienes causamos
tremendos males ¡ni flores, cuando fenecen!.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla, julio
15/15
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