CIERTO DÍA [30]
Estuvo encorvado por
mucho tiempo, lamiendo como perro huérfano de las migajas que otros lanzaban, y
al pretender alzar la mirada, era una hoz cegando trigo y su alma una cometa
feliz al viento.
Cierto día escribió en una hoja: ¿qué soy?, creo que un color negro, tan oscuro que me filtro en la luz de las estrellas y puedo ser luciérnaga de paso en tu ventana.
¿Seré la sombra de la montaña?, puedo ser la flor del mañana que no ha despertado, o el perfume de una gardenia que ni un colibrí ha besado.
Mientras duerme mi pequeña, un sueño profundo, pienso que la vida es una picadura de zancudo.
Cierto día escribió en una hoja: ¿qué soy?, creo que un color negro, tan oscuro que me filtro en la luz de las estrellas y puedo ser luciérnaga de paso en tu ventana.
¿Seré la sombra de la montaña?, puedo ser la flor del mañana que no ha despertado, o el perfume de una gardenia que ni un colibrí ha besado.
Mientras duerme mi pequeña, un sueño profundo, pienso que la vida es una picadura de zancudo.
Un loco desgreñado
que pasaba por mi lado y nunca lo vi, es un poeta que le gritó al mundo
que despertara porque él era Jesús y ni siquiera lo sabía... él
mismo se vio al espejo y se conmovió de lo brillante que tenía la mirada, sus manos parecían gajos secos, su pecho pegado de su boca era un árido bosque sediento de amor, sí... era Jesús y nadie me veía... ¡estuve tantos años vagando cerca de tu ventana!, mi olor te hacía correr y con mis harapos que cuidaba cual tesoros de rey, me acurruqué muchas veces a tu lado, tú ni siquiera volteabas; llevabas el afán del mundo en la pupila, la ceguera del tonto y la estupidez del arrogante...
Gritaba en mi silencio: ¡mírame!, es una oportunidad para ti, no para mí, a mí me sostiene el mismo del espejo, que hasta soy Él... así que pasabas y pasabas como un pobre más miserable que yo, creyendo que la vida era llegar a la cumbre, pero sabía que al llegar allá, sentirías esa misma sequedad en la garganta que tengo ahora.
mismo se vio al espejo y se conmovió de lo brillante que tenía la mirada, sus manos parecían gajos secos, su pecho pegado de su boca era un árido bosque sediento de amor, sí... era Jesús y nadie me veía... ¡estuve tantos años vagando cerca de tu ventana!, mi olor te hacía correr y con mis harapos que cuidaba cual tesoros de rey, me acurruqué muchas veces a tu lado, tú ni siquiera volteabas; llevabas el afán del mundo en la pupila, la ceguera del tonto y la estupidez del arrogante...
Gritaba en mi silencio: ¡mírame!, es una oportunidad para ti, no para mí, a mí me sostiene el mismo del espejo, que hasta soy Él... así que pasabas y pasabas como un pobre más miserable que yo, creyendo que la vida era llegar a la cumbre, pero sabía que al llegar allá, sentirías esa misma sequedad en la garganta que tengo ahora.
Detallé a ese ángel que te mira con hambre, no tiene rostro de mujer aunque se le parece, ni de hombre, porque es Él mismo vagando por ahí, espinándose con las rosas del camino, arañando de las esquinas algo para reír.
Lleva su guitarra a cuestas pero no es un crucifijo, son sus penas que tienen sonidos mágicos que destilan sus dedos cuando tienen hambre, y su voz de ángel que nadie escucha, ni su blanco rostro que palidece poco a poco, como si la pobreza fuera una lápida para que los arrogantes pisoteen.
¿Será que es
vicioso?, ¡pregúntale, tal vez tenga algo para ti!, te dirá que es otro de los
parias sin fortuna que van con sus dones como esperanza, por un mendrugo de
pan, mientras aquéllos que no tienen ni siquiera amor, se atreven a
escupir el plato que les sirven y a humillar a quien lo lleva hasta su mesa.
Ahora regresa la tarde y saldré a ver el espectáculo, no son tantas como aquélla vez, hace más de 15 años, ¿lo recuerdan?, unos tiros cuando salía a la puerta, su nombre: Rafael... un joven Rafael Orozco lleno de juventud y vida, y estoy aquí todavía, escucho a veces sus canciones como si retornara su alma en medio del bullicio de las golondrinas del ayer, ¡pero se fue!... no habrá retorno, vendrán otras aves, buscarán otros árboles, espero no los derriben, no llamen a los bomberos para que las asesinen con el agua a la velocidad del rayo, matando la vida para sembrar tristezas en el alma.
Cierto día, lo sé... hay muchos ciertos días, el de hoy es precioso, hace rato no escucho al mirlo cantar, como una semana, pero en un instante regresará alguien parecido y la ventana estará de par en par para él... lo veo con una tristeza rara, se parece a mí, dijeron los ojos del vago en el espejo, ¿son ojos de mujer?, ¿cómo lo puedo saber?, puedo ser el mismo hombre guardado en el triste mirar de un cachorro que se patea cuando intenta un refugio, eso lo escribió Él, lo vi en sus ojos, cuando al voltear, el mar inició su canto de la tarde y un alcatraz alzó vuelo.
Era un loco, ¡un pobre loco como yo!
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, Octubre 9/14
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