Imagen: Internet, Cecil
CECIL EL LEÓN [1]
Cazar legalmente es
una abominación
al convertirse en diversión.
Agónica fuente de la
vida
se pasea con sus
rugidos a cuestas
y es seguro que por
él hubo apuesta.
Ahora, después de
todo,
¿cuál fue su trofeo?
Colgar su cabeza en
un salón
pues con despiadada
saña
una espada hirió su
corazón.
Belleza y vida
en silencio con sus
trampas,
lenta agonía de
Nazareno,
¿esto produce placer?
¡Triste gloria!
Una foto al recuerdo.
¡Qué pena me da
no ver más a un
Rey
con su majestuoso
andar!
Pero más me aterra
que haya licencia
para matar,
¿qué nos extraña?,
en esta historia
todos somos culpables
por tanto odiar y
callar,
que del arte hicimos
ciencia
con balas y fusiles
para comprar con
libertad.
Cruel indiferencia,
collar de perlas en
sus ojos
caminando sin ver,
en este mundo de
locos.
Matar nos vuelve
grandes
y más, inventar una
ciencia
para que antes de
nacer,
la vida se asesine
con placer.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla, julio
31/15
Cecil es sólo uno de entre miles de animales que asesinamos
a diario, pero las ganas de matar se le ha robado a las bestias, pues el hombre
mata por placer, ellas lo hacen porque es el vicio con el que nacieron, es
natural alimentarse de los más débiles, es un equilibrio natural que nosotros
rompemos con nuestra crueldad. ¿A quién llamamos bestia?
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