DOÑA
ARISTOCRACIA [13]
Para
hablar de ésta diminuta dama sólo tenemos una palabra, ¿o dos?, ¡mmmm!, bueno
lo cierto es que la conozco desde su nacimiento, y puedo asegurar que juntas
nos aferramos del mismo cordón umbilical y escuchamos los mismos sonidos, en
ese bosque extraño y tibio, que nos abrigó cierto día. Hasta puedo decir que
escuché gemidos ahogados, y dos montañas rojas que se juntaban y parecían
tambores en una inmensidad extraña, pero me complacía, como si
estuviera borracha en aromas y flores, en la invisibilidad de mi propia alma
revuelta con las suyas.
Cierto
día, sintió que caía por un abismo, que se apretaba fuerte, y luego,
comprendió que había besado esa parte íntima de una madre, y pensó: he besado a
mi Princesa, ¡y así fue sin más!, el único primer beso con alegría inmensa para
abrir los ojos luego, y retratarnos en un espejo de agua con inmensa
felicidad; ese lago de verdes, tan nostálgicos y divinos de mi madre, y era yo
su hijo 9, pero al único ser que besaría el culo dos veces y más, pues
era quien me había cosechado en su vientre hasta permitirme nacer, carne de su
carne, sangre de su sangre, mi santa madre/dijo doña Aristo.
La
Doña, era una mujer muy sensible, pero pocas personas comprendían ese
“yo” intenso y profundo, algunas veces se arropaba en palabras grotescas, para
hacer reír a otros, pero esos otros, con el tiempo cambiaban, siempre era
igual, y salían con sus arrogancias, ellos mismos se lanzaban, se abocaban a
sus propias inclemencias y vaguedades, y providencia aparecía, con esa magia
que permite develar verdades y mentiras, y la doña sentía que ese recurso
ya no funcionaba con gente tan de pedigrí y tan fina, y entonces contenta al
fin, continuaba con sus charlas interiores.
Especialista
en cocina, buena cocina, pero de un momento a otro, inició a ver desdén por su
labor, ¡era tanto el oficio para una sola persona!, ¿cómo puedo hacer tanto?,
se miraba las manos pequeñas, cortadas, ajadas, y luego, engrasaba sus
pensamientos y ponía a rodar su engranaje, en ese mundo interior que era más
grande que todo lo que sus ojos podían adivinar.
Cada
día inventaba un guiso diferente adobado con el mismo amor, ¿qué pasará?, ¿qué
será lo que hago mal?, y desaire tras desaire, sus “porquerías” eran
exquisiteces para Dandy, sus perros que
la veían llegar con sobras sin tocar siquiera, y agradecían con sus gruñidos
divinos, y sus peleas constantes, para abarcar mucho más de lo que podían
tragar.
¡Dios
mío!, ¿ahora qué preparo que les agrade?, y de nuevo un plato tras otro, y el
mismo destapar de ollas con igual desdén, recordando que siempre llevaba un
plato a su Princesa, quien abandonaba lo que estaba comiendo para deleitar los
platos que le llevaba Aristo, y ahí, comenzaron sus consejos sabios, pues de esa sabiduría
probó en esos días largos de mucha amargura y silencio.
¡No
sea tan pendeja!, ya no aguante más desaires, ¿acaso no tienen manos?, ya no
sea más esclava de nadie, si no les agrada lo que les prepara, que además queda
delicioso, prepare para usted y quien desee comer, y el resto que vaya a un
restaurante y pida si tiene dinero, sino que se prepare sus alimentos, que
laven su ropa y organicen sus cosas, delegue, ya están mayores y dedique tiempo
a lo suyo, a su vida, haciendo lo que le agrada, ¡ni más faltaba!, y con
pequeñas dosis de fuerza y energía, inició doña Aristocracia a cumplir con lo
que una sabia aconsejaba.
Ahora,
después de mucho tiempo, me doy el gusto de ver mi mesa vacía, aprendieron a
cocinar, a lavar su ropa y organizar sus cosas, aunque a ratos toca colaborar
pues otras prisas ocupan su tiempo, y aquí en ésta pared en blanco, una sábana
interminable, van quedando las quejas y recuerdos de esa pequeña mujer,
la invisible que todo lo hace, pero que nadie ve ni agradece, y Doña Aristo
sigue y sigue escribiendo. Cada vez que puedo leo su diario, parece una vieja
loca, pero es más cuerda que Don Prepucio Quemado.
¿Qué
hago?, es importante no esperar que nadie exprese gratitud, pero es valioso
también, permitirnos ser nosotras mismas, que nos valoremos y hagamos respetar,
¡vaya y venga! , que cada quien lave sus trapos sucios y coma lo que desee,
porque la mejor amiga de doña Aristocracia se tomará un café a la salud mental
del universo.
¡Ah
sí, el viejo lava su ropa y también la organiza en su closet!
¡Qué
mala mujer tiene!, ¡pobre hombre! , y eso que nadie sabe que se ahorra
para no gastar a su esposa cuando va y usa putas en Siglo XXI, y ojo, que nadie
se entere porque sería el hazme-reír de los chismosos, esa Doña Aristo parece
jodida, ¡santandereana tenía qué ser!
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
abril 28/15
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