martes, 28 de abril de 2015

DOÑA ARISTOCRACIA [13]




DOÑA ARISTOCRACIA [13]

Para hablar de ésta diminuta dama sólo tenemos una palabra, ¿o dos?, ¡mmmm!, bueno lo cierto es que la conozco desde su nacimiento, y puedo asegurar que juntas nos aferramos del mismo cordón umbilical y escuchamos los mismos sonidos, en ese bosque extraño y tibio, que nos abrigó cierto día. Hasta puedo decir que escuché gemidos ahogados, y dos montañas rojas que se juntaban y parecían tambores en una inmensidad extraña,  pero  me complacía, como si estuviera borracha en aromas y flores, en la invisibilidad de mi propia alma revuelta con las suyas.

Cierto día, sintió que caía por un abismo, que se  apretaba fuerte, y luego, comprendió que había besado esa parte íntima de una madre, y pensó: he besado a mi Princesa, ¡y así fue sin más!, el único primer beso con alegría inmensa para abrir los ojos luego,  y retratarnos en un espejo de agua con inmensa felicidad; ese lago de verdes, tan nostálgicos y divinos de mi madre, y era yo su hijo 9, pero al único ser que besaría el culo dos veces y más,  pues era quien me había cosechado en su vientre hasta permitirme nacer, carne de su carne, sangre de su sangre, mi santa madre/dijo doña Aristo.

La Doña,  era una mujer muy sensible, pero pocas personas comprendían ese “yo” intenso y profundo, algunas veces se arropaba en palabras grotescas, para hacer reír a otros, pero esos otros, con el tiempo cambiaban, siempre era igual, y salían con sus arrogancias, ellos mismos se lanzaban, se abocaban a sus propias inclemencias y vaguedades, y providencia aparecía, con esa magia que permite develar verdades y mentiras,  y la doña sentía que ese recurso ya no funcionaba con gente tan de pedigrí y tan fina, y entonces contenta al fin, continuaba con sus charlas interiores.

Especialista en cocina, buena cocina, pero de un momento a otro, inició a ver desdén por su labor, ¡era tanto el oficio para una sola persona!, ¿cómo puedo hacer tanto?, se miraba las manos pequeñas, cortadas, ajadas, y luego, engrasaba sus pensamientos y ponía a rodar su engranaje, en ese mundo interior que era más grande que todo lo que sus ojos podían adivinar.

Cada día inventaba un guiso diferente adobado con el mismo amor, ¿qué pasará?, ¿qué será lo que hago mal?, y desaire tras desaire, sus “porquerías”  eran exquisiteces para Dandy,  sus perros que la veían llegar con sobras sin tocar siquiera, y agradecían con sus gruñidos divinos, y sus peleas constantes, para abarcar mucho más de lo que podían tragar.

¡Dios mío!, ¿ahora qué preparo que les agrade?, y de nuevo un plato tras otro, y el mismo destapar de ollas con igual desdén, recordando que siempre llevaba un plato a su Princesa, quien abandonaba lo que estaba comiendo para deleitar los platos que le llevaba Aristo,  y ahí, comenzaron  sus consejos sabios, pues de esa sabiduría probó  en esos días largos de mucha amargura y silencio.

¡No sea tan pendeja!, ya no aguante más desaires, ¿acaso no tienen manos?, ya no sea más esclava de nadie, si no les agrada lo que les prepara, que además queda delicioso, prepare para usted y quien desee comer, y el resto que vaya a un restaurante y pida si tiene dinero, sino que se prepare sus alimentos, que laven su ropa y organicen sus cosas, delegue, ya están mayores y dedique tiempo a lo suyo, a su vida, haciendo lo que le agrada, ¡ni más faltaba!, y con pequeñas dosis de fuerza y energía, inició doña Aristocracia a cumplir con lo que una sabia aconsejaba.

Ahora, después de mucho tiempo, me doy el gusto de ver mi mesa vacía, aprendieron a cocinar, a lavar su ropa y organizar sus cosas, aunque a ratos toca colaborar pues otras prisas ocupan su tiempo, y aquí en ésta pared en blanco, una sábana interminable, van quedando  las quejas y recuerdos de esa pequeña mujer, la invisible que todo lo hace, pero que nadie ve ni agradece, y Doña Aristo sigue y sigue escribiendo. Cada vez que puedo leo su diario, parece una vieja loca, pero es más cuerda que Don Prepucio Quemado.

¿Qué hago?, es importante no esperar que nadie exprese gratitud, pero es valioso también, permitirnos ser nosotras mismas, que nos valoremos y hagamos respetar, ¡vaya y venga! , que cada quien lave sus trapos sucios y coma lo que desee, porque la mejor amiga de doña Aristocracia se tomará un café a la salud mental del universo.

¡Ah sí, el viejo lava su ropa y también la organiza en su closet!

¡Qué mala mujer tiene!, ¡pobre hombre! , y eso que  nadie sabe que se ahorra para no gastar a su esposa cuando va y usa putas en Siglo XXI, y ojo, que nadie se entere porque sería el hazme-reír de los chismosos, esa Doña Aristo parece jodida, ¡santandereana tenía qué ser!

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 28/15
Publicado por Raquel Rueda Bohórquez en 8:13





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