CUAL
HOJAS [2]
Como
hojas de mi árbol, caerán sin hacer ruido, o cantando alabanzas de sus
corazones, o siendo ellas, también se elevarán en cualquier instante.
¿Importa
el ruido o el silencio, si en verdad nos amamos?
¡Cuidado!, un depredador nos ve y quiere plumas de colores para arañar, no con sus rosas, sino con las espadas de sus dedos.
¿Viste
qué pequeños son?, viajan en bandadas para confundir a su enemigo, arriba del
cielo; y luego, en desbandada caen, toman sangre de las venas de mi madre y se
elevan, y el depredador, con su pico afilado y sus espadas, nada toma.
¡Qué grande eres!, ellos tan diminutos, parecen puntos negros en el horizonte, que como nubes se agrupan, y en una onda se dispersan.
Así es la providencia, todo sucede por algo, y siempre es para nuestro bien, mi amor habitante del viento y fundador de las sonrisas, me habla con verdad, me dice: “tú mi pequeñita, estás en el ámbar de mis ojos, y desde ahí te protejo, sigo tus pasos, aparto a quien en verdad te desprecie, para que no confíes más en el hombre, sino en mí quien nunca te dañaría”
Siguen cayendo, ¡una tras otra!, siempre cantando, en una danza…
Parecen
niñas recién vestidas para fiesta, adornan los bosques de perlas azules y
continúan su viaje, disfrazadas de periquitos de verdes alas y dorados
picos.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 30/15
Barranquilla, abril 30/15
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