LUEGO [69]
Luego que
miré sus ojos
adivinando
una niña dormida,
una llama se prendió en los míos
para apagarse tu lengua en mi boca
siendo río violento descendiendo de las rocas
para volverse mar, tan solo por instinto...
una llama se prendió en los míos
para apagarse tu lengua en mi boca
siendo río violento descendiendo de las rocas
para volverse mar, tan solo por instinto...
Acaricié tu
piel como brisa al océano;
cánticos fueron
las olas sobre las rocas
al mi boca
pegarse de la tuya
mareada y
húmeda, chispeando luces,
aflojando
piernas, entregando vientres,
conduciendo
aguas a la profundidad.
Luego
tocamos las estrellas,
y aquí
recordé tus palabras:
“Tocamos el
cielo”, hasta fuimos ángeles,
porque no
hubo perversidad en la entrega
tan solo
amor en medio de un poema
tú y yo, ¡nada
más!
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
febrero 28/15
©10-498-459
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