DANILO Y LA
SOMBRA [79]
Doña
sombra ha llegado a casa, viniendo del cementerio y al rato mi bebé; un poco de
algodón, seda fabricada con dulce ternura, espera a morir entre mis brazos y su
mirada/puro amor en derroche, se quedó prendida de la mía ajustándose al frío
de la noche, y sin importar lo dejé en el poema anterior, jajaja! igual da dijo
Barbitas, ¿cuánto durará el día y cuánto la noche?, el tiempo no existe, así
que sigamos rojos de la ira o pálidos por ignorantes.
Mujer,
¡cuántas patadas recibimos!, pero aun así tenemos agallas para gritar en medio
de la palidez de un mundo lleno de crueldad, somos la sombra perfumada en medio
de los rojos que se extienden en las llanuras del descontento, pero se esgrimen
espadas en la lengua, y venenos en el aire para matar la vida, que resucita de
nuevo entre gajos de limonares, como hembras servidas para el pasajero, sin
pedir nada, entregando de su corazón oro y perfume, tomado entre besos dulces y
cariños de alas, que se mueven con prisa y afán desconocido.
Las
sombras, el color, aunque todo parezca
blanco, no hay grises que no se utilicen, ni flores que no se amen.
Gracias
por tanta belleza, le dije al bosque, pero la sombra tapó mis ardientes palabras,
ellas no las necesitaban, sólo requerían de una sola letra para seguir, ¿acaso
no lo adivinamos cada segundo?, nuestra sombra apaga la de arriba, mueren los
árboles, los martirizamos antes, secamos su tronco con agua hirviendo y
veneno, para que sea silencioso, y echar
la culpa al comején de la ignorancia que corroe nuestra mísera existencia.
Magia
en la paleta, esa era la sombra que veía, como el desteñir de las nubes en el
ocaso, y al movimiento del brazo, aromas y destellos de un amor más grande que
nos bendice, eso dije por ahí, y la paleta continuó a pesar de mis inquietudes,
las nubes corrían aprisa y la fuerza
invisible que mueve nuestro pulmón, era la responsable de sus vidas llenas de
magia y encanto, estalactitas que caían al beso del destino para mojar mis
propias lágrimas y humedecer a besos, la carne del malvado, ¿estoy ahí?, que me libre la sombra de lo
alto, de todo lo de abajo.
Él
en medio de todo me regaló el océano de sus ojos para contemplar el sueño de
ser feliz, y estuvo también ahí su paleta, la real sombra divina que acude al
encuentro de cada pavesa, somos brizna de un incendio, nos quemamos unos a
otros, nos ardemos, nos matamos, y a pesar de todo, la sombra nos persigna con
una bendición, con otro día, con un nuevo desayuno sobre la mesa.
A
ratos pálidos, nos duele el estómago pero se nos regala la noche con una torta
inmensa adornada de estrellas, de las que pedimos trocitos, y los comemos en
versos que juntamos y volvemos sábana inmensa, para que las estrellas de abajo
puedan brillar como las del cielo.
¡Hermoso!,
que no olvidemos el detalle del mirlo al regresar al mustio árbol, ni las gotas
de rocío que se vuelven diamantes al sol, nunca se olvidará cuando la última
hoja del árbol de la vida se junte con las que se fueron primero, y también te
lo dije, escribiendo a mi tesoro, esa sombra tenía perfume en mi existencia,
tan rara a ratos, ¿qué me sucede?, sólo tristezas parecen abonar mi huerto,
pero también esa inquietud vuelve inmensidad la pradera, donde la poesía se
crece con alas de cóndor, ¡y se levanta altanera!, hasta besar las estrellas y
comerlas una a una.
Luego
la sombra entonó una melodía, música como
la oración más perfecta de todas, paz, armonía, el corazón desgaja
flores y los azahares perfuman, tan dulce, como la voz del cantor en el
llano, y también ahí pasó la paleta, mi Pintor llenaba de gracia mis días y no
me daba cuenta de ello, inicié a escuchar todo, eran palabras dulces de poetas
solitarios que rogaban al cielo un trozo de amor, y el amor caía cual aguacero
sobre el desierto.
Tocó
las fibras del alma con esos retazos que se parecen a nuestra propia existencia,
y los caminos andados entre tropiezos, caídas y manos en el camino que nos
ayudan y levantan, y otras que nos vuelven a lanzar con sus patadas, me
permitió saborear la boca de mi madre, a tierra, a sal del mar de mis ojos que parecía
manantial presuroso, para secar del poeta sus ansias y convertirlas en
realidad, y la sombra se volvió luz al fin.
Estaba
corriendo ahora, ¿para qué tanta prisa?, pero corría y corría y ella detrás de
mí, como mi perrito Danilo, hasta que al fin calló cuando su mirada triste se
enredó en mis ojos, y los míos, se fundieron en el silencio de su fin.
Mi
carrera intensa parecía terminar, pero otros luceros esperaban una mirada, otras
pieles ardían en la pradera…
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
febrero 15/15
©10-498-459
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