COMO UN PARPADEO
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Y se fue, no
hubo tiempo para más llanto, se enjugaron sus lágrimas, la madre estuvo ahí en
su despedida, y al llegar a casa hubo fiesta de aves en el bosque y su nueva
vida inició en medio de cantares felices...
¿El dolor?, ¿qué
es eso?, le preguntó a las aves del camino, en tanto corría como gacela veloz sin estrellarse ni tropezar con nada.
Doña
sombra ha llegado a casa, acabo de llegar del cementerio y al rato mi bebé, un
poco de algodón, seda fabricada con dulce ternura, espera a morir entre mis
brazos y su mirada/puro amor en derroche... se quedó prendida de la mía y
ajustándose al frío de la tarde.
Así
fue, como un parpadeo, el relámpago de la vida tornó en llanto la primavera, el
rayo fustigó la pradera y quemó el árbol más joven y al más frondoso lo arrasó
la lluvia fuerte que hizo camping en la montaña y se abrazó de todos los
heridos que en su camino halló.
¡Abrázame!,
lo gritó con la mirada, dame de tu mano a beber una gota al menos, tengo sed de
vida, me desprendo de la inmundicia de la carne para ir luego a la sombra de un
encino, habitante de gajos de colores al pasar el iris y besar sus hojas
pálidas.
Luego,
así sucedió tal como lo cuento, ovejas grises y negras empujaban a las
blancas hacia un barranco algodonoso
hacia donde se fueron todas juntas, no
había montañas, ni rocas, ni espinas, no se hirieron con nada ni nadie las
hirió, sus algodones se disolvieron con la brisa, así como ahora me disuelvo de sus vidas, en un leve parpadeo de amores y
sonrisas.
Me
odias, ¡lo sé!, siento que todo era mentira, no hay amistad, es la franca
hipocresía del momento, tan cambiante como las olas del mar, viviendo de
tormentas pasajeras y dejando de lado lo que vale.
No
quiero sino tu parpadeo en mis labios, sal rica en aromas, perfume de bosque
perdido entre blancas nieves, esmeraldas guardadas bajo las rocas, amor, mi
dulce amor de rojo color que se agita con mis venas, brumas del mar penetrando
en la caracola perdida en mi alma, silbido de serpiente ante su presa
temblorosa y asustada, tú mi boca, yo la tuya, tú mi cuerpo en el tuyo al fin, agitándonos
más que las olas, perdidos en el silencio de otro poema más nuevo y
rejuvenecido que las hojas del árbol en mi puerta, mi playa a donde descanso
del bullicio para ser arena contigo.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
febrero 24/15
©10-498-459
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