lunes, 16 de marzo de 2015

COMO UN PARPADEO [74]

COMO UN PARPADEO [74]

Y se fue, no hubo tiempo para más llanto, se enjugaron sus lágrimas, la madre estuvo ahí en su despedida, y al llegar a casa hubo fiesta de aves en el bosque y su nueva vida inició en medio de cantares felices...

¿El dolor?, ¿qué es eso?, le preguntó a las aves del camino, en tanto corría como gacela veloz sin estrellarse ni tropezar con nada.

Doña sombra ha llegado a casa, acabo de llegar del cementerio y al rato mi bebé, un poco de algodón, seda fabricada con dulce ternura, espera a morir entre mis brazos y su mirada/puro amor en derroche... se quedó prendida de la mía y ajustándose al frío de la tarde.

Así fue, como un parpadeo, el relámpago de la vida tornó en llanto la primavera, el rayo fustigó la pradera y quemó el árbol más joven y al más frondoso lo arrasó la lluvia fuerte que hizo camping en la montaña y se abrazó de todos los heridos que en su camino halló.

¡Abrázame!, lo gritó con la mirada, dame de tu mano a beber una gota al menos, tengo sed de vida, me desprendo de la inmundicia de la carne para ir luego a la sombra de un encino, habitante de gajos de colores al pasar el iris y besar sus hojas pálidas.

Luego, así sucedió tal como lo cuento, ovejas grises y negras empujaban a las blancas  hacia un barranco algodonoso hacia donde se fueron todas juntas,  no había montañas, ni rocas, ni espinas, no se hirieron con nada ni nadie las hirió, sus algodones se disolvieron con la brisa, así como ahora me disuelvo  de sus vidas, en un leve parpadeo de amores y sonrisas.

Me odias, ¡lo sé!, siento que todo era mentira, no hay amistad, es la franca hipocresía del momento, tan cambiante como las olas del mar, viviendo de tormentas pasajeras y dejando de lado lo que vale.

No quiero sino tu parpadeo en mis labios, sal rica en aromas, perfume de bosque perdido entre blancas nieves, esmeraldas guardadas bajo las rocas, amor, mi dulce amor de rojo color que se agita con mis venas, brumas del mar penetrando en la caracola perdida en mi alma, silbido de serpiente ante su presa temblorosa y asustada, tú mi boca, yo la tuya, tú mi cuerpo en el tuyo al fin, agitándonos más que las olas, perdidos en el silencio de otro poema más nuevo y rejuvenecido que las hojas del árbol en mi puerta, mi playa a donde descanso del bullicio para ser arena contigo.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, febrero 24/15 
©10-498-459

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