martes, 24 de febrero de 2015

RECUERDOS 2 [62]

RECUERDOS 2 [62]

La roca de la esquina, donde se entretenían los novios chupando piña y acariciando con disimulo debajo de la ruana, mi casa grande donde alguna vez volé como un águila, colgada de un lazo, y toqué pared a pared, siendo protegida por un ángel, la caída en búsqueda de pájaros, tanque sobre tanque, pues buscando la gloria, también casi desprende un golpe mi nariz, y con ella la claridad de mis ojos se cubrieron de púrpuras matices.

Vamos caminando, huele a chivo, aprisa por la cuesta a pastar ganado, entre los cachos de un toro bravo volé también, y caí donde la providencia me esperó, sobre secos espinos a un lado del camino.
Mi padre intentó ser un buen labriego, para matar el hambre muchos pollos y gallinas, cazador de los buenos con su fusil terciado y el azadón, para reventar la tierra bondadosa, que nos regaló enormes cosechas, que por grandes no valieron.

La quebrada El Guayabo y sus blancos ermitaños, arenales que se perdían, trabajo de reventar montañas y la “escasez de abundancia”, palabras de un Chavito que convivió en nuestra casa en días de fiesta y alegría, en otros tiempos, y otras salas.

El caney donde guardaba los chivos, la cosecha para picar a las vacas, la energía perdida, el sudor, la boca de mi madre y sus henchidas tetas... el camino de hormigas culonas, los muchachos que se crecían, y los pequeños con sus caras sonrojadas y sus brillantes ojos, la muerte de Rosita, una pequeña flor, entre los brazos de mi hermana, la muerte de mi abuela, y las depresiones de mi mama.

¡Cosa rara es la vida!... todos mostrando de los frutos, ¡Nooo!, es muy enorme, ¡noooo!, le doy un centavo aunque valgan miles, y el viejo se cansó de tanta labor sin paga, quería que sus hijos tuvieran mejor suerte que la suya, y cualquier día, olvidando palomos gigantes, vaquitas enanas que producían baldes llenos, gallinas salidas con sus pollitos, tan sólo volteó a ver el árbol florecido del patio, se persignó, se abrazó a mi madre y encomendó a Dios el nuevo camino, en medio de gritos de júbilo, de niños que nada sabían de sus angustias y sus afanes.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 15/15



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