RECUERDOS 2 [62]
La roca de la
esquina, donde se entretenían los novios chupando piña y acariciando con
disimulo debajo de la ruana, mi casa grande donde alguna vez volé como un
águila, colgada de un lazo, y toqué pared a pared, siendo protegida por un
ángel, la caída en búsqueda de pájaros, tanque sobre tanque, pues buscando la
gloria, también casi desprende un golpe mi nariz, y con ella la claridad de mis
ojos se cubrieron de púrpuras matices.
Vamos caminando,
huele a chivo, aprisa por la cuesta a pastar ganado, entre los cachos de un
toro bravo volé también, y caí donde la providencia me esperó, sobre secos
espinos a un lado del camino.
Mi padre intentó ser
un buen labriego, para matar el hambre muchos pollos y gallinas, cazador de los
buenos con su fusil terciado y el azadón, para reventar la tierra bondadosa,
que nos regaló enormes cosechas, que por grandes no valieron.
La quebrada El
Guayabo y sus blancos ermitaños, arenales que se perdían, trabajo de reventar
montañas y la “escasez de abundancia”, palabras de un Chavito que convivió en
nuestra casa en días de fiesta y alegría, en otros tiempos, y otras salas.
El caney donde
guardaba los chivos, la cosecha para picar a las vacas, la energía perdida, el
sudor, la boca de mi madre y sus henchidas tetas... el camino de hormigas
culonas, los muchachos que se crecían, y los pequeños con sus caras sonrojadas
y sus brillantes ojos, la muerte de Rosita, una pequeña flor, entre los brazos
de mi hermana, la muerte de mi abuela, y las depresiones de mi mama.
¡Cosa rara es la
vida!... todos mostrando de los frutos, ¡Nooo!, es muy enorme, ¡noooo!, le doy
un centavo aunque valgan miles, y el viejo se cansó de tanta labor sin paga,
quería que sus hijos tuvieran mejor suerte que la suya, y cualquier día,
olvidando palomos gigantes, vaquitas enanas que producían baldes llenos,
gallinas salidas con sus pollitos, tan sólo volteó a ver el árbol florecido del
patio, se persignó, se abrazó a mi madre y encomendó a Dios el nuevo camino, en
medio de gritos de júbilo, de niños que nada sabían de sus angustias y sus
afanes.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla, enero
15/15
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