A TI [81]
A ella, mariposa divina
Que llenó mi jardín de alegrías
Y ensombreció cualquier día
El lago de una flor blanca,
Al volar sin haber inventado el sol
Su primer poema dorado,
Cual cobija virtuosa y abrigadora
En éste tiempo de lenta agonía.
A las garcitas blancas y morenas
Que desde el amanecer inundan el valle
De blancas flores cual eterna primavera,
Se van y regresan sin saber a dónde anidan,
Acomodando el bosque a sus picos de oro
Donde se juntan soportando sus dolores,
En un solo pie, aferradas del gajo bondadoso
Que guarda sus heridas.
Al mar, varón por siempre
Que regala al marinero un estero de sal
Donde se quedan las aguas de mis ojos
Al recordar ese amor que se fue
Para nunca regresar.
Al bosque, a la montaña, al árbol
Que adivina tristes tardes
Entre el lodo de la indiferencia,
Con buitres de hierro que devoran con saña
Siendo
infieles a la tarea del amor
Y el respeto debido a la creación.
Al manto celeste y blanco que se mueve
Arriba con gracia y hermosura,
A la luna y las estrellas.
Planeta divino por donde desees verlo
¿Otro sitio mejor hallaremos?
Ni volviendo a nacer lo encontrarás
Por ti se dobla mi frente y mis rodillas
Para engrandecerme un tanto.
Por tal motivo, al amor que le debemos
Canto una oración, cual paloma en pastizal,
Esperando la bondad del amor entregado
De la mies como semilla que se esparce,
Y del aroma de una flor que bendice el valle
A la vez con el don de la vida.
Amigos, a Él… mi invisible amor
Por quien todo lo apuesto ahora y siempre
Por los siglos de los siglos,
Soñando
que habrá otro tiempo
Mejor que ayer.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 20/15
10-491-97
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