lunes, 22 de diciembre de 2014

¿Y LA VIDA?

¿Y LA VIDA?
Y lo mataron, ya sabían que estaba muerto, pero lo mataron otra vez, una y otra vez, y un lago se vuelve amapola pálida, cuando ayer fueron rojos sus pétalos, pero la navaja corta el cuello de la flor, y ella llora lágrimas blancas que el hombre toma con arrogancia, para matar en vida, porque los muertos deambulan con ganas de vivir, pero no hay vuelta atrás... Las amapolas no pueden resucitar después de que han sido heridas... Y los muertos que han probado de su miel, seguirán siendo muertos vivos...
Continuará... ¿para qué grito?... ¿si los que parecen oír se tapan la nariz con veneno y los oídos con indiferencia?... Pero sé que ríen... Por ahora... Porque todavía los campos florecen con esperanzas... Y podrán ver abrir sus primaveras...
¿Tiene sentido?, el mundo es así, una flor que matamos, una niña flor que herimos, una paloma que atropellamos, ayer de regreso a casa me di cuenta que nadie frena por la vida, todos llevan demasiado afán... ¿hacia dónde irán tan aprisa?... ¡frena bruto!, una iguana, un perrito, un pequeño gato, un osito hormiguero... Y para de contar, un espectáculo muy triste en las carreteras... Nadie frena por la vida, porque ya están muertos... sus corazones parecen rocas en el camino, pero tienen más vida las rocas, lo sé, son más nobles y adornan el paisaje, se prestan para el descanso de un caminante, para que una pequeña flor encuentre un resquicio, o un ave un alar, a donde reposar de su cansado viaje.
¿Y la vida?... ¿Qué somos para sentirnos tan arrogantes?, ¿cuál es la velocidad que llevas?, ¿para qué?, nunca llegarás antes que nadie, mejor conduce con cuidado, porque un ángel desea cruzar ese sendero que les impusimos en sus veredas, donde la muerte es el seguro viaje hacia la otra avenida, que llama a verdes momentos que les partimos en dos.
¡Ahhh! ¡Qué tristes y desolados se ven los bosques!, ya no canta el mirlo café en mi árbol, se fue, se lo llevaron, como a las palomas de mi balcón, se les inyectó del veneno que traemos, de ese odio por la vida y deseamos acabar con todo lo que se mueve, pues creemos que todo es nuestro, cuando nuestros no son ni siquiera los suspiros.
¡Déjalo cruzar!, ¿y si fuera un hermano tuyo?... ¿no son acaso ellos nuestros compañeros de viaje?, ¡si los vieras ser!, ¡tan graciosos y divinos mis ángeles libres en el bosque!, pero ni un rincón para descansar, ni una roca para morir… somos los verdugos de éste tiempo, acabamos con la belleza, destruimos la vida que palpita con pequeños corazones iguales a los nuestros, nos creemos dueños del paisaje, ¡pobres idiotas somos!, ¿qué veremos mañana?, nada será igual sin ellos, el paisaje empobrecido, los bosques de cemento con gajos que no quieren vivir, y las aves, los caminantes lanudos que ayudan a morir con dignidad, se van… como las hojas de mi árbol, en un otoño de hojas secas, los obligamos a blanquear la mirada, pero quedan ahí, con ese último salto estampillado en la carretera, y seguimos altaneros, pasamos como si fueran yesca seca por encima de sus almas, esa que nos falta para siquiera parecernos a ellos, los ángeles del camino, de la montaña partida en dos, para que nuestros dragones de metal pasen como si tuvieran vida, roncan sus motores y vomitan iniquidad a su paso.
¡Ríe ahora!, ríe cuando ellos no pueden sino correr, no frenes para que tu carcajada sea más fuerte… “Ser humano”, ¡jajajaja! ríe, ríe como un demente, y sigue matando la vida, para que te sientas orgulloso de tu ser.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, diciembre 22/14


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