En Barranquilla, por ahí...
EL
INVISIBLE
Ahí estaba el
invisible
Vaciaba su orín en las putrefactas aguas
Parecía ser el paisaje, ¿o era paisaje él?
Se
enredaron sus ojos en los míos
Cual si pequeñas estrellas se descolgaran
En un paraíso de cemento, donde a duras penas
Los árboles nuevos fueron sembrados,
Y las luces de los faroles fueran almas en pena.
¡Ey
viejo!, ¿no deberías estar durmiendo en mullido colchón?
¿Acaso me importa el sinsabor de su agria existencia?
Bien adornada estoy con galas de cortesana,
Pero ni de puta bien fundada, ni de dama colorada
Hicieron en algún parque un bastión.
¡No
te acurruques ahí viejo puerco!
¡Claro que sí, ahí mismo sus heces rodaron!
Aunque nadie lo vio, ese oro penetró el sucio lago
Y aunque nadie me crea, resucitaron unas garzas
Que en la noche parecían tener trajes de fiesta.
A
lo lejos, como si bogaran al igual que el viejo
Un ramillete de flores... nadie se percató, yo sí
En tanto el bardo seguía con el son de un nuevo poema
A mí algo se me atoró en el cuello, cuando de nuevo lo vi.
¡Viejo
canoero!, le gritaba viéndolo tan solo
Y cosa rara, aunque digan que no es verdad,
El anciano de nuevo me miró... lo sentí con pena
Tenía vergüenza mientras se amarraba el lazo
Que armaba su guitarra, esa que sonaba a noche solitaria
Cuando danzaban despacio con la brisa
Las canoas de madera de aquél rincón,
Que se llenó como una luna, de mágica poesía
Que el viejo ni escuchó.
Allá
lo veo... no hubo papel para limpiarse el culo
¿Acaso nos importa?, pobre viejo culi cagado
Y no me río, pobre anciano que ata su canoa a la siguiente
Para que los fuertes vientos no se lleven hasta su mala suerte.
Más
algo me conmovió...
El anciano tenía una sonrisa a pesar de todo
La idiota era yo, quien creía que el pobre es infeliz
Más en medio de ese dolor que yo veía
El viejo extendió un sucio cartón
Y al paso de las estrellas, con una sonrisa
El invisible se durmió.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla, diciembre 19/14
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