Por Santander. Raquel Rueda B
PLANETA,
CARTA A MI MADRE TIERRA
A
MI MADRE TIERRA
Querida
madre: ¿cuántos siglos hace que no hablo contigo?, para iniciar, te digo que
eres de mis amores el más grande, de mis ilusiones la más verde, de mis ansias
la más loca, pues tu piel tiene el color de un caballo de quien enamorada vivo,
y tu alma es el cofre de cristal que guardará la mía.
Hace
mucho tiempo madre mía, que cuento las hojas de mi árbol, desde el tronco que
me has regalado en donde se fundó una casa, siendo parte tuya y mía, vivo
entristecida por todo lo que te hacemos, en éste día a día de locuras.
Desde
que me levanto adivino los robles caídos, el ruido ensordecedor llena tus
otrora montañas, donde perfumaban las orquídeas y cantaban las calandrias, los dragones de fuego llegan a tus vertientes,
abren a puñaladas tu vientre, y poco a poco, roban tu amada sangre, que se
llena de inmundicias, al paso de sus corrientes, que terminan siendo un hilo
negro en el camino, con tus hijos caídos y vencidos.
¿Sabías
que hasta tus suspiros desean vender?, envasan tus lágrimas, las que vierten
tus manantiales, revientan las rocas para robar tus besos, y hasta el ámbar donde se oculta Dios; si ellos
pudieran, lo partirían en trocitos, y beberían su carne y su vino, para doblarse
en locas orgías, en medio de un desierto, a dónde poco a poco, hasta tus
lágrimas hurtan, y las convierten en sal.
Hay
una llamarada que arde, ahí se van los pájaros jóvenes, no quieren a los
muchachos, los caballos ya no son de la libertad, los leones ¿será que aprenden
a comer alimento seco?, así estamos, las semillas tienen dueños, es pavoroso
éste sueño demente de ambición.
Si
atrapar pudieran tu corazón, madre mía, pero creo que ya lo tienen prisionero,
entre sus garras lo hieren, y no palpita, tañe cansado, como campanas viejas, en tu propio funeral.
Escucho
el tambor de los que se fueron, ¿en dónde han quedado tus pechos?, eran
inmensas montañas, ya no tienen miel blanca,
y las abejas están perdiendo sus flores, ¿qué panales esperarán a
nuestros nietos?, ¿qué mundo heredarán nuestros gorriones?
Mi
linda señora, estoy un poco pálida, quise escribirte unas letras esperando que
la gente mire hacia tu bosque, que renazca el verde intenso en los corazones, y
el deseo de ver limpias las acequias y quebradas, más siento un agudo dolor en
el pecho, como una espada que cruza mi horizonte y el tuyo, cuando llegan de
nuevo fortalecidos, los mismos, ¡y hasta más!, en bestias de acero, que ya no
comen carne, se alimentan de ti, de tu alma y de tu sangre, y me dejan volando cerca de una ladera, donde
mi árbol no existe, y mis alas están cansadas de volar.
¿A dónde pernoctaré?,
Dime madre,
¿a dónde?,
si poco a poco,
¡¿tiendes a desaparecer?!
¿A dónde pernoctaré?,
Dime madre,
¿a dónde?,
si poco a poco,
¡¿tiendes a desaparecer?!
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
diciembre 18/14
Certamen Navidad Parnassus
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