ANTOJOS
Y me antojo en quererte,
me apasionan las
cumbres,
el espinoso cardo entre
tus piernas,
la frondosa selva de tu
pecho;
el ajustado león que
guardas en tu espalda.
Y me antojo en amarte,
es la vida un querer de
fuego,
un suspiro de tu boca
en la mía,
divago conduciendo
hasta tu lengua
con espacio para dos:
tú y yo.
Y me antojo en tu
mirada,
en el intenso brillo de
tus ojos,
en el azabache
escondido en sus pupilas,
en la niña que escondes
en su espejo.
Y me antojo porque sí;
eres mi bosque
preferido,
quiero trepar a tus
montañas y laderas
siendo tu potranca,
que seas mis ancas
y yo, sea las tuyas.
Y me antojo en el color
de tu piel,
quisiera como el mar
que fueras mi playa
para tocarte todo, y
sentirte mío,
sin importar que un
instante te alejes
cual las olas blancas y
coquetas
cuando han sido
saciadas.
Y me antojo de ti todo
el tiempo,
haya frío o calor,
tristeza o alegría.
¿Es acaso un pecado
amarte tanto?
No importa que solo
quede un poema,
pero es que vivo de
antojos
y estoy pariendo versos
tuyos, nuestros,
que me hacen navegar en
tus silencios,
para gritar en los
míos.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, diciembre
15/14
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