lunes, 24 de noviembre de 2014

EL TATA Y YO

Imagen: Internet


EL TATA Y YO/A Francisco Roa

No comer carne, de ninguna, ni sexo, alcohol, drogas, porque allá están todas las almas que nos hemos comido, saldrán gritando, aterradas, es una limpieza de algo dentro de nosotros mismos, he leído algo, para llegar a la sabiduría debemos volar con las alas de los humildes, que aceptan que la libertad nuestra, llega en el momento en que respetemos la de otros...

Me dijo el Tata: Debes limpiar tu cuerpo en las aguas del manantial, cierra los ojos y bendice el bosque, abre tus brazos y hallarás la libertad, báñate con sal de mar, y ruega para que los malos espíritus que viven dentro de ti, huyan lejos, y se escondan en la fosa donde hay llamaradas que los destruirán, azúcar, has de bañarte con miel de caña o de abeja, para que sea dulce tu andar, cambia esa mirada de odio por una de respeto, y así podrás amar, mira a una flor con la misma dulzura que mirarás a un niño, y nunca toques su interior, porque una vez dañes su alma, a ti mismo te dañarás...

El Tata tenía la mirada limpia, no vio la desnudez de nuestros cuerpos, tomamos de ese amargo del bosque, y un camino muy largo con todo lo andado, volvió, como una película, fuimos niñ@s de nuevo, ancianos en otro ayer, mariposas felices en un mañana, pero no era éste, era otro viaje donde los rostros se veían, y los ojos iluminaban los caminos perdidos, hallamos aquello negado, las manos se tocaron, las almas eran palomas blancas en un camino donde el verde de la montaña era un Dios intocable, y los arroyos eran mansos como una madre que se entrega a la voluntad de la providencia, cuando no hay otra cosa por hacer.

El Tata tenía una sonrisa suave, no era él mismo, sino alguien más, cuando llegamos al sendero por donde iniciamos a caminar, y un plato con frutos y abundancias bendijo el día y la noche... éramos otras almas, el ayer no existía, sólo el paso siguiente que era caminar por la vida y esperar. 

 La providencia se abría paso como un caballo blanco sobre nuestras vidas, ¡qué bonito es todo!, vamos mi amor, dame la mano, dame un beso con los labios amargos, que al besarnos seremos miel en un nuevo panal.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 24/14




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