lunes, 24 de noviembre de 2014

GRITOS



GRITOS

Los gritos más escuchados de nosotras las mujeres ha sido el silencio y la indiferencia, hay gritos que se ahogan en ríos y charcos de sangre, entre humos en medio de bosques, donde el hombre entrega su maldad, pero las mujeres gritamos desde las ollas viejas, ¿alguien nos quiere escuchar?, las rodillas se doblan entre los pastizales, los ojos son manantiales, las bocas tiemblan, los corazones parecen rocas de cal, que se deshacen ante el temblor del cuerpo, ¿quién desea escuchar nuestros gritos?...

No quiero hacer otra cosa que escribir, mis dedos están calientes, todo me duele, tengo ampollas en las manos de tanto fregar el mugre, y entonces grito, que cada quien arregle su desorden, que cada ser sea responsable con lo suyo, yo quiero ser de nuevo un gorrión dentro de un perfumado pino, danzar con las medias viejas de mi padre una sobre otra, mis zapatillas de ballet de pobre ¡jajaja!, y ver a mi amor hermoso ahí en el mismo sillón rojo llenando mi mundo de felicidad.

El amor que creí se fue, ¿qué hago?, ¿me pongo a llorar de nuevo?, miles de veces le dije que lo amaba, pero el amor no es un ruego, ha de ser tan simple como abrir el pico y cantar, tan dulce como el correteo del sol en las mañanas, y su estampa dibujada en el mar.

Mi grito no es porque hayan faltado las caricias por mi piel, ni porque no haya sido deseada, sino porque a quien deseaba no se las pude entregar, y me ahogo en llanto, pero levanto el rostro, acaricio las cabelleras rubias de mis perritos y veo en la miel de sus ojos a Dios, ¿sabían que en ese ámbar se esconde?, ¡regale esos perros!, ¿cómo puedo regalar parte de Dios?, y con éste consejo vuelvo a donde el destino me ha puesto, en una silla nueva, ya no es la blanca ni la pesada silla vieja, ahora es negra, moldeada a mis caderas sin esas lágrimas viejas que se congelaron como rocas, en  medio de un bosque árido y despoblado.

Grito ahora porque quiero volar y no puedo, nos amarra la falta de dinero, es la realidad más fresca de hoy, nos aterra la pobreza y ver la nevera vacía, enjutas las piernas ante el ardor de un ayer sin refrescar, y pálido el rostro ¿por qué razón será?

Espero a mis hijos, vuelve la ilusión, mis manos, mis ampollas, ¿acaso importan?, no me canso, tan solo me fatigo, porque no soy una mula de carga, tan solo soy una mujer, una pequeña mujer que cabe dentro de una lágrima, tan solo dentro de tus ojos, si me quisieras ver.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, noviembre 24/14 

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