¡GATOS EN EL TEJADO!
¿Han escuchado el llanto de una gata, a quien roban sus hijos escondidos en un tejado?
¡Me avergüenza la gente!, yo sí...día y noche, corriendo de un lado a otro; sus gemidos parten en dos el corazón, porque son diferentes, alargados; gritos desesperados de madre a quien le robaron la oportunidad de serlo.
La vi correr hacia todo lado, se quedaba estática oliendo la brisa y corría, hasta que encontró a uno de ellos, pero su hálito era frío, como el hielo de los ojos que los encontraron en el tejado. Lo tomó por el cuello con rapidez viéndonos como demonios, y entre las flores de un jardín bajo el edredón de las hojas secas lo dejó, lo lamió, y se dio cuenta que algo había sucedido y siguió llorando… con ese llanto de madre que acaba de perder a su hijo.
Sabía cuántos eran, y siguió buscando a sus pequeños peluches de seda, llorando como una Magdalena, ante el crucifijo impuesto por su depredador.
Desde arriba lanzados cual rocas, desde sus duros corazones donde no hubo piedad... Y ahora la recuerdo a ella: "Nada de lo que hagamos a un inocente quedará sin castigo", porque la obra de Dios es sagrada, cuídense hijos de maltratar su herencia, porque la misma naturaleza se volverá contra nosotros, hoy o mañana, pero la cuenta está ahí, colgada de los ojos invisibles que todo lo advierten, si como malhechores entran a tu propia casa y abusan de la confianza, o cuando pisotean a los ángeles, dañan a los niños, manosean sus entrañas sin piedad… Cuidado!, las heridas serán borradas por el tiempo, pero queda una cicatriz en el alma que sólo sanará la oración y el perdón, es lo que mi madre me enseñó, y una madre buena nunca dará biberón con hiel a sus hijos.
Y la gata paró de buscar. Cierto día, los llantos se apagaron poco a poco; me di cuenta que era ella la víctima más inocente, desvió su mirada hacia el tejado donde todavía estaba el olor de sus pequeños y desapareció, cual alma perseguida por el diablo, un demonio que tiene ojos de ser humano, más indefenso que la gata, pero con más capacidad de fabricar el mal y transmitirlo tanto a sus propios hijos como a los ajenos.
Raquel Rueda Bohórquez
10-09-14
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