ANOCHE 4
Me esforcé un poco para dormir, era lluviosa y fresca la noche, y Verónica llegó con una nueva queja: Unos gatos pequeños lanzados cual hojas secas al arroyo, y los niños jugando con ellos, los mismos “dueños”,- decían -de la vida de los pequeños inocentes, enviados por la madre a dejarlos ahí a la intemperie, en tanto los vigilaba de cerca. Ellos acatarán un mañana siendo delincuentes, acostumbrados al dolor ajeno heredado y enseñado con paciencia.
¡Qué fácil es acomodar nuestras obligaciones a otros!, -por qué no se opera la gata?, ahora mismo hasta gratis lo hacen muchos veterinarios y sociedades protectoras de animales, pero cada calor, cada amor sobre los tejados, será un caro dolor a una madre, a quien robarán sus hijos para asesinarlos, o simplemente abandonarlos a la suerte de un torrencial aguacero a las orillas del arroyo de la 81 a que los sequen los rayos del sol, o la fuerza del agua se los lleve al río Magdalena.
Ésta es la niñez que estamos levantando en un mundo donde necesitamos es amor, la naturaleza reclama nuestro favor, y las madres humanas en vez de corazón, sacan sus espadas más venenosas para enseñar a sus hijos a ser indolentes y depravados.
No soy una santa mujer, siempre lo he dicho, pero sí muy sensible con la vida y el dolor ajeno, me involucro seriamente en ello, y ha de ser porque mi madre amaba tanto la naturaleza, cada flor para ella era una bendición de Dios y lo proclamaba, mientras llevaba migas de harina sobre la mesa de moler, para los gorriones, o acariciaba a Kayser, el perrito que se volvió anciano cuando nosotros apenas empezábamos a conocer de la vida.
Anoche seguí olvidándote, tan poco tiempo para aceptar lo obvio, y el sentimiento que llegó como la brisa, no hay nada prohibido, Dios es amor, y si Él lo es, -qué razón tengo para privarme de un sentimiento tan maravilloso?.
Tus ojos negros están aquí, por un rato más, tus manos las imagino subiendo y bajando las montañas de mi piel, todavía la lluvia del tiempo no ha desmoronado lo que hay dentro, y el corazón parece campanario anunciando fiesta, cuando descubro que tu ventana está abierta y un nuevo día inicia…
Gracias Yabel, por esa alegría gratis, mi buen amigo sabe contentar a los demás y es pródigo como la bendita lluvia, que en vez de lágrimas le regala bendición al bosque.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, 10-09-14
Mamita en sus 80 años con Alirio.
¡Qué fácil es acomodar nuestras obligaciones a otros!, -por qué no se opera la gata?, ahora mismo hasta gratis lo hacen muchos veterinarios y sociedades protectoras de animales, pero cada calor, cada amor sobre los tejados, será un caro dolor a una madre, a quien robarán sus hijos para asesinarlos, o simplemente abandonarlos a la suerte de un torrencial aguacero a las orillas del arroyo de la 81 a que los sequen los rayos del sol, o la fuerza del agua se los lleve al río Magdalena.
Ésta es la niñez que estamos levantando en un mundo donde necesitamos es amor, la naturaleza reclama nuestro favor, y las madres humanas en vez de corazón, sacan sus espadas más venenosas para enseñar a sus hijos a ser indolentes y depravados.
No soy una santa mujer, siempre lo he dicho, pero sí muy sensible con la vida y el dolor ajeno, me involucro seriamente en ello, y ha de ser porque mi madre amaba tanto la naturaleza, cada flor para ella era una bendición de Dios y lo proclamaba, mientras llevaba migas de harina sobre la mesa de moler, para los gorriones, o acariciaba a Kayser, el perrito que se volvió anciano cuando nosotros apenas empezábamos a conocer de la vida.
Anoche seguí olvidándote, tan poco tiempo para aceptar lo obvio, y el sentimiento que llegó como la brisa, no hay nada prohibido, Dios es amor, y si Él lo es, -qué razón tengo para privarme de un sentimiento tan maravilloso?.
Tus ojos negros están aquí, por un rato más, tus manos las imagino subiendo y bajando las montañas de mi piel, todavía la lluvia del tiempo no ha desmoronado lo que hay dentro, y el corazón parece campanario anunciando fiesta, cuando descubro que tu ventana está abierta y un nuevo día inicia…
Gracias Yabel, por esa alegría gratis, mi buen amigo sabe contentar a los demás y es pródigo como la bendita lluvia, que en vez de lágrimas le regala bendición al bosque.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, 10-09-14
Mamita en sus 80 años con Alirio.
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