PAZ
Paz es una palabra tan corta, parece un trío divino, tan difícil de alcanzar si no hay perdón ni voluntad, por ella de rodillas, viéndonos a los ojos como lo hace el sol con su bosque, y la luna con los poetas.
La paz es un decir: sí puedo caminar a tu lado, perdóname, cometí un error, pero ahora cuando ha pasado el tiempo, me siento acorralad@ por la culpa y sé que moriré en algún momento, y no deseo hacerlo sin que me otorgues ese abrazo que necesito, para limpiar un poco el sentimiento de culpa por haber llenado tus ojos de manantiales, y ser el causante de tu mirada perdida.
Hablamos de paz, pero guardamos rencor, -yo lo guardo, mucho resentimiento, que poco a poco he sacado, ahora ya no duele tanto, lavé mi carne y la perfumé, olvidé las sucias manos que me atacaron, ya no soy una niña, crecí, algo en mí cambia cada segundo y perdoné al depredador, ya no tengo miedo a la oscura noche, al temblor y a los rayos les doblo el cuello y me arrodillo ante el sol, como un vicio que tengo, pero no ante los hombres, porque ellos siempre causan mal, pero sí… perdono, limpio mi aura, camino tus mismos pasos escuchando a Cortázar mi amante que sale perfumando mi espacio, y me llena de multitud de sueños, donde voy y vengo abrazada de tus brazos morenos, y tus negros ojos, sin un parpadeo que advierta que también me quieres, pero no hay culpa, el amor es un cometa libre, un águila en vuelo en busca de su nido, arriba, más arriba de la montaña en donde cambia y se renueva el universo.
Perdono a quien siempre puso una roca en mi camino y no me dejó siquiera levantar, no hay odio, no sirve de nada, y me perdono en miles de historias del pasado por no haber amado más, por no despertar con la aurora, y ser las manos laboriosas que debieron servir para mitigar el cansancio de ella y de él… los culpables de que esté por aquí.
Paz es un lirio blanco sembrado donde hubo amapolas, que se desangraron para herir a jóvenes inocentes y acabar con sus vidas poco a poco, con la única sed que produce la ambición y arrastrar con familias enteras.
Necesitamos beber de ese trío pequeño de letras, a conciencia, despojarnos de vanidad y soberbia, aceptar que todos somos responsables de las guerras porque siempre queremos imponer nuestras ideas ante los derechos de los demás, y queremos someter a otros a nuestra voluntad.
Como el trigo al ser sembrado, abonamos y regamos la semilla, y ella agradecerá siendo dorada como el oro, y perfumada, cuando el fuego la pule para regalar vida, dándonos cuenta finalmente que en realidad muere por nosotros como si en cada semilla estuviese el sembrador y en cada lágrima su mástil ensangrentado buscando una bandera blanca en el alma del hombre y una rosa roja en las manos del poeta.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, 10-09-14

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