UN CÓNDOR LLAMADO SAYANI
Una ceremonia de humo blanco
la gran noticia del día
Sayani estaba sano,
una oportunidad de vivir
de extender sus alas enormes
como lo haré algún día también,
y ver desde las alturas
todo lo que abajo acontece.
Ojos húmedos, sonrisas tímidas…
Dios está aquí, parecían decir
cuando sobre una roca meditó
contempló el universo que le fue ajeno,
cuando las heridas y las llagas lo tomaron.
Unas manos le auxiliaron, y Sayani
poco a poco su fuerza recuperó,
ansiaba el infinito, el ruido del mar, su árbol…
Deseaba ver correr las gacelas por el bosque
y ante todo, escuchar ese chillido conocido
donde su amor había quedado.
Ya era tarde, les diría algo a sus amigos,
y volteó varias veces hacia ellos, conmovido
aprendió entre sus caricias a quererlos
un entrañable sentimiento conocido,
sabía que ellos mejorarían, tendría que marchar…
Una vez más los vio a los ojos, uno a uno
dobló el cuello agradecido, y voló lejos del hombre
para estar cerca del sol.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abr
la gran noticia del día
Sayani estaba sano,
una oportunidad de vivir
de extender sus alas enormes
como lo haré algún día también,
y ver desde las alturas
todo lo que abajo acontece.
Ojos húmedos, sonrisas tímidas…
Dios está aquí, parecían decir
cuando sobre una roca meditó
contempló el universo que le fue ajeno,
cuando las heridas y las llagas lo tomaron.
Unas manos le auxiliaron, y Sayani
poco a poco su fuerza recuperó,
ansiaba el infinito, el ruido del mar, su árbol…
Deseaba ver correr las gacelas por el bosque
y ante todo, escuchar ese chillido conocido
donde su amor había quedado.
Ya era tarde, les diría algo a sus amigos,
y volteó varias veces hacia ellos, conmovido
aprendió entre sus caricias a quererlos
un entrañable sentimiento conocido,
sabía que ellos mejorarían, tendría que marchar…
Una vez más los vio a los ojos, uno a uno
dobló el cuello agradecido, y voló lejos del hombre
para estar cerca del sol.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abr
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